Tantos y tantos años a la sombra. Fuera de juego. Excluidas de él. Obligadas a jugar a muñecas, a lavar la ropa. A permanecer en el anonimato. Todos y cada uno de los deportes les han cerrado las puertas, porque resulta que el deporte, el esfuerzo físico, era para “hombres”. Si se atrevían a desafiar el sistema, el mundo se ponía en su contra: si lo hacían mal era una demostración de que no servían para este deporte, y si lo hacían bien pasaba a ser cuestiona su sexualidad.
El proceso del cambio de mentalidad es lento, pero por fortuna se empiezan a ver brotes verdes. Los prejuicios son, ahora, los grandes rivales a batir. Que el rugby es demasiado agresivo. Que con el taekwondo te puedes hacer daño. Que en la halterofilia se pierde feminidad. Que en el boxeo se desarrollan demasiado los músculos. Patricia García, Eva Calvo, Lydia Valentín o Joana Pastrana se han encargado de derribarlos a base de talento y esfuerzo titánico.
Pero tan importante es librarse del estereotipo en el terreno de juego como lo es en los banquillos y despachos. Más si cabe. Hace tiempo que el deporte dejó de ser uno para dividirse en dos: deporte masculino y deporte femenino. La fragmentación tiene su ‘lógica’: hombres y mujeres apenas compiten juntos. En el fútbol es imposible desde que la FIFA decretó en 2004 que la separación de género es un principio fundamental de este deporte. Algo cada vez menos entendible teniendo en cuenta que las mujeres, con décadas de retraso en cuanto a medios y profesionalización, están logrando equiparar fuerzas.
«He jugado muchas veces con hombres y algunos de ellos eran bastante más fuertes y más altos que yo. Sé que pueden intimidarme físicamente en el campo, pero eso lo compensaría con mi cerebro», dijo la brasileña Marta en diciembre de 2018. Es precisamente el cerebro (de ellas) y la apertura de mente (de ellos) lo que está permitiendo la fusión de los dos mundos. No en el césped ni en el cemento (para ello es vital cambiar las reglas), sino al otro lado de la pizarra.
Alyssa Nakken es, desde esta semana, uno de los grandes ejemplos. A sus 30 años, se ha convertido en la primer mujer en la historia en formar parte del cuerpo técnico a tiempo completo de un club en las Grandes Ligas de Béisbol. Será asistente de Gabe Kapler en los Giants de San Francisco. «Simplemente, creo que será una gran entrenadora. El mérito y la capacidad de ser un gran entrenador es lo que al final cuenta para todos”, aseguró el propio Kapler. La incorporación de Alyssa, exjugadora de softbol y titulada en Administración deportiva, ha causado un gran revuelo en el entorno de la MLB. “El muro se ha roto”, tuiteó Justine Siegal, quien fuera pionera en 2015 al ser invitada por los Oakland Athletics para ser entrenadora a tiempo parcial.
Nakken, por supuesto, se ha ganado a pulso derribar este muro. Con una dilatada experiencia como jugadora en Sacramento State y tras sacarse la carrera, ha trabajado para los Giants durante seis años en el departamento de operaciones de béisbol, supervisando en los últimos tiempos las iniciativas de salud y bienestar del club. Es la primera que consigue un puesto así en la élite del béisbol, pero no la única en el mundo del deporte. Becky Hammon es asistenta en San Antonio Spurs y puede convertirse en la primera entrenadora principal de la historia de la NBA.
En España es más complicado ver algo así. La manchega Milagros Martínez entrena a un equipo masculino de fútbol en Japón, pero ya en la Primera Iberdrola es difícil ver a una mujer como técnica principal (solo en el Valencia con Irene Ferreras y en el Levante con una María Pry que ya rechazó un banquillo de Tercera División masculina). Si se rompen más barreras en cuanto a arbitraje: esta temporada Guadalupe Porras se convirtió en la primera asistente mujer de la historia de la Liga. En países como Alemania o Francia ya hay al menos una árbitra dirigiendo partidos, hasta el punto de que Stéphanie Frappart arbitró la última Supercopa de Europa disputada entre Liverpool y Chelsea.
Los tiempos cambian, y aunque lo haga a un ritmo excesivamente lento, hay
motivos para la esperanza de aquí a 20-30 años. Es importante que cada vez hay
menos obstáculos y barreras, pero también que ellas las derriban con más fuerza
para que futuras generaciones tengan más oportunidades. Para demostrar que se
acabaron los deportes para hombres.
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