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Lo que nunca podremos contar

Como periodista, cada vez que leo o veo una historia emocionante me queda una sensación amarga: primero me surge un afecto desmedido por los protagonistas y por el que lo cuenta, luego queda un pequeño regusto triste. No es por envidia del que lo explica sino por la percepción de vacío que te queda al pensar lo impresionante que tuvo que ser el proceso de la realización de ese reportaje o entrevista. Y reconocer que quizás tu nunca puedas explicar algo parecido ni de lejos. Quién no querría ser Ry Cooder.

Cooder es un norteamericano que un día se le ocurrió viajar a La Habana para juntar a una serie de músicos octogenarios olvidados para que cantaran. El guitarrista debía sacarlos de sus retiros artríticos, sin ningún chavo en el bolsillo. Y que lo hicieran después de estar alejados de ese mundo de luces y colores, la gran caca pintada de purpurina que es el Show Business y que cuenta Estela Reynolds en La que se avecina. Algunos estaban casi en la indigencia, vendiendo zapatos por la capital cubana. Resulta que hicieron un disco juntos y acabaron en Nueva York y Ámsterdam aclamados por el público. Revivieron una música muerta y hoy tienen estatuas por su querida isla, tras fallecer con una sonrisa de oreja a oreja, aunque nunca hayan fenecido del todo porque sus voces siguen siendo escuchadas en todo el planeta. ¿Qué va a hacer Ole Gunnar Solskjaer? No tengo ni la más remota idea.

Todos los imperios tienen un sino escrito a fuego: la decadencia. Llegará más tarde o más temprano. Mientras comes o mientras duermes. Pero aparece. Si alguien quiere echarle un vistazo a la hemeroteca y visualizar cuándo el Manchester United dejó de ser temido puede extraer distintas razones. Antes de que Alex Ferguson se marchara ya les habían eliminado de alguna fase de grupos de la Champions League de manera inesperada. En su último año ganaron la Premier League, pero ese equipo ya daba muestras de flaqueza, de un ocaso inmisericorde. Después de David Moyes ya nadie podía negarlo. Los red devils ya no luchaban ni por entrar en la máxima competición continental. El pánico había aparecido como suele hacerlo normalmente: sin avisar y de muy malas maneras. Maldito maleducado.

La llegada de Solskjaer es el paradigma de la superpotencia debilitada que un día fue grande y hoy vive de eso que llamamos pasado, pero en el que vivimos casi más que el propio presente. Todos los futbolistas que tenía jugaban de maravilla y volvían a ser felices. “Pon un Solskjaer en tu vida”, y muchas cosas más se decían. Pero aquello fue un amor de verano, un aroma que te encanta en ese instante, obnubilado por el sol y la playa, pero que de tanto repetir provoca nauseas. Hay gente que ya está tan cansada, el noruego les produce hastío, que le piden la dimisión. Es verdad que a un club así, acostumbrado a la gloria, no le llega el fracaso porque sí. Hay una serie de decisiones, como los fichajes, que te empujan al abismo mientras tú dices que vas bien, que tú controlas, y que mañana te levantarás pronto para estudiar. Mientras pides el cuarto cubata.

No sé si es en la cuarta copa cuando todo va de capa caída. Pero llega un punto de no retorno en el que ya solo pides al cielo a llegar a casa vivo. Al United, como a todos, no le avisaron de nada. Le ha llegado todo de repente. Sigue siendo uno de los conjuntos más ricos del mundo, gasta bastante y tiene una buena cantera. Pero los títulos y la gloria están lejos. Solskjaer, como todos, querría ser Ry Cooper que, por cierto, le deprime ir a Cuba porque la mayoría de sus amigos ya no están. Y algo parecido pasa hoy en Old Trafford.

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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