Recuerdo comentar y escribir hace unos cuatro años para un scouting, que Gabriel Barbosa me parecía no solo el mejor talento de Brasil, sino que me animaba a hacer una comparación de una gran dimensión: Luis Suárez con la izquierda. Y es que jugando a banda cambiada en el Santos y en las inferiores de Brasil, Gabigol me recordaba muchísimo a ese primer Luis Suárez que aterrizó en Europa por medio del Groningen y el de sus primeros años en Ámsterdam, jugando por la banda siniestra para encontrar el disparo con su pierna buena.
Le auguraba, también, que con el paso de los años centraría su posición, como también hiciera el uruguayo y como ha terminado haciendo el brasileño. Para mí era “el Gabriel bueno”, desequilibrando la balanza en contra de Gabriel Jesús, con quien compartía la selección Olímpica, piropos y el protagonismo de ser dos de los talentos más destacados del país. Lo que no esperaba de ninguna manera es que su irrupción en el viejo continente fuera tan desastrosa como fue.
Claro, ojo, que el Inter no es tampoco el mejor termómetro para medir, pues hablamos de un equipo que cocinó a Coutinho y lo dejó escapar cuando se iba a convertir en top, repitió operación con Kovacic y ha desaprovechado a jugadores como Banega, Kondogbia o Jovetic. El caso es que el paulista apenas atinó a celebrar un gol en 10 partidos como interista. Solo fueron 180 minutos, eso sí, por lo que jugó siempre los minutos de la basura. Tampoco debió merecer muchos más.
Pero la de Gabigol es la historia del futbolista inmaduro al que se le pide más de lo que está preparado a dar, que cruza el charco sin saber lo que se le viene y que pasa de estrella a estrellado. Ese que se pega el porrazo padre y luego, cuando atisba recuperar sus poderes allí cerca de donde una vez triunfó, nos parece que o han pasado ya mil años desde su gran oportunidad desaprovechada, o es un jugador que no sirve para el fútbol que se practica en Europa.
Ahora en boca de todos, nuevamente jugador más cotizado de la Serie A brasileña, su vinculación con Flamengo termina en apenas unas semanas y debería retornar a su equipo de origen, un Inter que no tiene muy claro qué hacer con él. Si bien el hoy equipo de Conte pagó hace ya más de tres años 30 millones de euros por él, parece que los neroazurri se encuentran en la mejor ocasión posible para recuperar parte de la inversión o incluso sacar un pellizco por un futbolista al que no quieren. “Es poco probable que forme parte de nuestro proyecto, pero tiene varias propuestas”, confirmó Marotta, director deportivo de la entidad milanesa.
La irrupción de Lautaro Martínez más el acierto del fichaje de Lukaku, ambos jovencísimos, dejan sin sitio a Gabigol en un equipo en que también reside, aunque sin minutos y ahora lesionado, Alexis Sánchez, que tiene a un talento en ciernes como Sebastiano Espósito cociendo a fuego lento y que aún posee en propiedad a Icardi, cuyo futuro deberá solventar el próximo verano con el PSG como comprador definitivo casi seguro.
Los 42 goles que ha marcado el brasileño esta temporada, unidos al título de Liga y de Copa Libertadores, donde marcó el doblete de la victoria en la recta final, han catapultado las novias de un jugador por el que hace apenas un mes el Inter esperaba sacar 15 millones de euros en la mejor de las previsiones y por el que ahora anda pidiendo casi el triple. Y es que Conmebol, además, le otorgó el anillo al MVP del torneo, del que también acabó como máximo goleador con nueve tantos. Vamos, que difícilmente un futbolista puede soñar con un año mejor.
Su nivel reciente le ha servido para volver, a sus 23 años, con la absoluta de Brasil. Y su salto a Europa parece nuevamente a la vuelta de la esquina, aunque Flamengo lo quiera en propiedad. Aseguran los medios italianos que poca posibilidad hay de que permanezca en un sitio en el que nunca cayó de pie. “Le llamábamos Gabi no Gol”, afirmó Frank De Boer, quien fuera uno de sus técnicos en el Giuseppe Meazza.
Parecía un jugador inmaduro y conflictivo. Una etiqueta que le ha acompañado desde casi sus inicios, cuando Zito, leyenda del Santos, le descubrió jugando en la calle y le llevó a probar en el Peixe, donde compaginó desde el primer día fútbol y fútbol sala. Salido de un barrio de favelas donde la criminalidad estaba a la orden del día, “Afortunadamente nunca me pasó nada, pero había tiroteos diarios”, le desveló a la web oficial de Conmebol justo antes de la final. Con 15 años, Nike le firmó un contrato de representación, metió más de 600 goles en las categorías inferiores del Santos según sus datos oficiales, debutó con el primer equipo el día que Neymar se despedía, como pasándole el testigo y posteriormente lució los dorsales 10 y 11 del Santos, esos que habían llevado Pelé y el propio Ney. El Barcelona, sin ir más lejos, se guardó una opción de compra por él cuando Neymar aterrizó en la Ciudad Condal. Con todo eso, ¿cómo va a tener un joven la cabeza amueblada? La vida iba muy deprisa a un chico que ni siquiera era mayor de edad.
Los fracasos en el Inter y Benfica, pues en Portugal pasó unos meses cedido, no tienen nada que ver con su dimensión real de futbolista. No todos se aclimatan igual. No todos recogen el guante tan rápido. No todos triunfan. Sin duda, está ante el paso que condicionará toda su carrera. Elegir bien el destino, en la medida de lo posible, en una época en la que tampoco le será favorable. Llegará, donde llegue, en enero, con la competición europea empezada, sin descanso, pues en Brasil se lleva jugando precisamente desde enero pasado, y con un nivel de exigencia acorde al precio al que se vaya a pagar por él, queriendo que rinda desde el minuto uno.
Hace solo unas semanas, Flamengo podía soñar con su fichaje de manera permanente, pero sus recientes actuaciones y las cifras que se intuyen costará deberían alejar al Fla de la puja. Tiene ahora el que pueda ser último tren de su carrera. El primero en Europa ya pasó. Pero Gabigol, en su vuelta a Brasil, ha metido 69 goles en dos años y ha dado más de 10 asistencias, volviendo a escribir su nombre con letras doradas, haciéndose un hueco en las libretas de todos los clubes y dando un paso delante de liderazgo y personalidad.
Fue él quien rompió el mito y se peleó con la superstición, saliendo el primero a la cancha y tocando con confianza la Copa antes de ganarla. Es hoy ídolo de masas en el país, una fuente de inspiración allí donde más se necesita, haciendo de su look una moda, con filhos que les piden a sus padres teñirse de rubio y pintarse barba. Hoy, los niños sueñan con ser Gabriel Barbosa. No estaba muerto.
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