Hace unos meses, Teresa Portela
cumplió un sueño. A sus 37 años y con su hija en la grada, logró una histórica medalla
de bronce en el campeonato del mundo de Sezged, en Hungría, en una final de lo
más reñida (compartió tercer puesto con la danesa Emma Jørgensen, plata en Rio
2016, y se quedó a una centésima de la subcampeona, Marta Walczykiewicz). No
era un metal cualquiera el que había conseguido aquella mañana. Ese bronce le catapultaba a los Juegos de
Tokio 2020, donde se convertirá en la deportista española con más
participaciones (6) en unas Olimpiadas.
Atrás quedan leyendas del deporte español como Arantxa Sánchez Vicario y María
Peláez, con cinco ediciones cada una, y una María José Rienda con el mismo número en Juegos de invierno.
Portela llegará a Japón con 38 años, un número que no le impedirá soñar con su
primera medalla olímpica. Ha subido más de 30 veces al podio en Europeos y
Mundiales desde que conquistara sus primeros metales con 19 años, pero en sus cinco participaciones en los
Juegos siempre se le ha escapado por poco.
Sydney 2000: (no disputó la final)
Atenas 2004: 5ª
Pekín 2008: 5ª
Londres 2012: 4ª
Rio 2016: 6ª
Fue en Londres donde más cerca quedó de la gloria. En el canal de Eton Dorney, cerca de la ciudad de Windsor, Teresa se quedó a solo 128 milésimas del bronce, que se llevó la tres veces campeona olímpica Natasa Janics. Aunque no se conforma y aspira a la medalla en Japón, sabe de la dificultad del reto y valora cada diploma conseguido. “Me gustaría conseguir una medalla, es el sueño de todo deportista. Pero con el tiempo, más allá de las medallas, he aprendido a valorar los cuartos puestos, y también los quintos. Los considero resultados muy importantes, porque valoro la complejidad de clasificar para unos Juegos», dijo en una entrevista en MARCA.
Aunque la neozelandesa Lisa
Carrigton (oro incontestable en Sezged) es la gran tirana de la prueba de
K1 200 (dos veces campeona olímpica y siete oros mundiales en los últimos ocho
años) y parece inalcanzable, no es descabellado pensar en la plata o en el
bronce en Tokio, incluso siendo sus máximas competidoras mucho más jóvenes (la
polaca Walczykiewicz tendrá 31 años,
y la danesa Jorgensen 24, 14 años
menos que Teresa). En Sezged demostró estar en números de metal y no sería la
primera deportista española en conseguir una medalla olímpica a tan longeva
edad. Sin ir más lejos, la mismísima Ruth
Beitia se proclamó campeona en salto de altura en Brasil, con 37 años.
El mérito para Portela es mayor teniendo en cuenta dos factores: el primero
tiene que ver con la exigencia de
velocidad de las pruebas en las que compite, sobre todo la de 200 metros
(se ha prodigado poco en K1 500), distancia que muchos deportistas dejan a su
edad. En apenas 45 segundos, la gallega tiene que cruzar el trecho que separa
la salida de la meta. En Hungría lo hizo en 41,34.
El otro tiene que ver con el nacimiento
de su hija. Como hemos comentado en más de una ocasión, el embarazo puede ser la causa
definitiva para dejar un deporte al más alto nivel, pero no fue el caso ni
mucho menos de Teresa, que solo estuvo 30 días sin montar en una piragua. Dio a
luz en marzo de 2014 y solo 17 meses después y con su pequeña en la grada,
logró el bronce en el Campeonato del mundo de Milán que le dio el derecho a
disputar los Juegos de Rio. Un caso semejante al de Maialen Chorraut, que se proclamó campeona en la modalidad de aguas
bravas en esa misma edición dos años después de dar a luz y con su hija Ane en
brazos. Qué bonita sería la misma estampa con Teresa y Naiara en Tokio.
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