Por los impresionantes valles alpinos del Tirol del Sur circulaba la 17ª etapa del Giro d’Italia en una suerte de anticlímax después de los acontecimientos del día anterior en el Mortirolo. Las condiciones climáticas respetaron esta vez a los ciclistas, que se tomaron con respiro el día, disfrutando de los paisajes que ofrecen la Val di Non, el valle del Isarco y la Val Pusteria.
En estas condiciones, por carreteras que ya usaban los romanos para cuidar las comunicaciones con la Norica -la actual Austria-, se formó la fuga con naturalidad. Al pie de la misma frontera, a unos kilómetros de la aduana ya inexistente del Passo Stalle, levantó los brazos Nans Peters por primera vez en su carrera.
El joven francés de AG2R, que ya había vestido la maglia bianca del Giro merced a la fuga del Gargano, gestionó a la perfección un grupo en el que se encontraban ciclistas de mayor nivel como Jungels, De Gendt, Chaves, Masnada o Conti: resolvió en solitario una compleja etapa de media montaña que terminaba en Anterselva.
Sede de varios Mundiales, el estadio de biatlón ‘frente al bosque’ -significado de Antholz, toponimia alemana del lugar- recibió casi de uno a uno a los ciclistas en el breve pero mentalmente interminable ascenso final. Una recta eterna donde disparó primero Mikel Landa y luego braceó hacia la meta para seguir recortando segundos a Roglic por el podio. Su compañero Carapaz, líder pletórico, disparó después para dejar en evidencia a Nibali. Pero para ganar esta prueba de fondo hay que guardarse algún cartucho en la recámara. Para cazar el sábado.
You must be logged in to post a comment Login