Con el rostro desencajado miraba Giulio Ciccone hacia detrás mientras marchaba por la Val Camonica, siguiendo el curso río arriba del Oglio. Maglia azzurra completamente empapada, temblores en las extremidades, respiración acelerada mezcla del esfuerzo físico y la actitud puñetera de Jan Hirt, que se negaba a darle el relevo en cabeza. 10 kilómetros después, el talento del Abruzzo, mejor escalador de la carrera -ha pasado en cabeza por la mayoría de los puertos- celebraba con una mezcla de rabia y alivio el triunfo en Ponte di Legno en la que iba a ser la etapa reina del Giro d’Italia.
Exactamente 40 minutos antes, Ciccone coronaba en primer lugar, bajo un tremendo aguacero, el Mortirolo. 11 kilómetros de ascenso dese la Valtellina, una pendiente casi constante al 11%, una tortura para cualquier ser humano en bicicleta, una cumbre que por sí sola justifica columnas, historias, epopeyas.
Por sí sola, esta vez casi de manera literal: tras la cancelación del Passo di Gavia por la nieve que dejaba inaccesible el camino, la etapa más dura de este Giro se quedó solo con el Mortirolo como puerto de entidad. Suficiente para marcar diferencias, por la dureza del terreno y del clima.
Vincenzo Nibali debía atacar y atacó. Apenas acababa de empezar el puerto, valiente, solo seguido por el hoy sorprendente Hugh Carthy. La gestión del equipo Movistar fue, sin embargo y un día más, excelente. Antonio Pedrero, uno de los mejores gregarios de este Giro, mantuvo siempre al tiburón a la vista, vigilado para protección de Landa y el líder Carapaz. Fue el vasco quien culminó la caza antes de coronar.
Quien no resistió fue Primoz Roglic: nada sorprendente, visto su rendimiento descendente en la segunda semana de carrera. Minimizó, no obstante, los daños. Coronó a casi un minuto y medio, recortó un poco en el peligrosísimo descenso para terminar perdiendo prácticamente eso mismo en meta. La presencia de los gregarios Amador y Caruso en el falso llano final en el valle no fue suficiente para que Carapaz y Nibali hundieran definitivamente a Roglic. Tocadísimo, eso sí, ahora a dos minutos del liderato, como el siciliano.
Como casi todas las 11 veces que se ha superado por esta vertiente, el Mortirolo fue juez. Seguramente habría sido aun más decisivo con previo paso por el Gavia, pero fue al menos fue suficiente. La cara, también desencajada, mirada al frente, tez morena y empapada de Carapaz al llegar parecía dar gracias porque quedara allí. Y porque el sueño del Giro está aun más cerca.
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