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Budge Patty, el tenista que se enamoró de París

Estados Unidos es, junto a
Australia, el segundo país con más títulos (11) conquistados en Roland Garros.
Don Budge, en 1938, fue el primer hombre estadounidense en alzar la Copa de los
Mosqueteros en los ya, por entonces llamados, Internacionales de Francia
–nombre que se le puso al segundo Grand Slam del año a partir de 1925-.

Tras
este, Don McNeill, Frank Parker (2), Tony Trabert (2), Michael Chang, Jim
Courier (2) y André Agassi han sido los nombres que han brillado sobre la
arcilla parisina. Junto a ellos también, Jesse Edward Patty, más conocido como
Budge Patty; un apodo que le puso su hermano.

Nacido,
en 1924, en la pequeña ciudad de Fort Smith, Arkansas, se trasladó a California
para inscribirse en un instituto de Los Ángeles pero su residencia estuvo en
París, ya en una etapa posterior, desde el año 1947 a 1958, donde ganó no menos
que 20 torneos internacionales, entre ellos, Roland Garros en el año 1950.

Pero su
hazaña no solo se quedó en la ciudad que baña el Sena, sino que también se
extendió a Londres convirtiéndose en uno de los tres tenistas masculinos
estadounidenses en ganar Roland Garros y Wimbledon en el mismo año; una marca
que comparte junto a Don Budge (1938) y Tony Trabert (1955). Sendas victorias
catapultaron a Patty al número uno mundial. Llegó a entrar en el top 10 hasta
en siete ocasiones desde 1947 a 1957.

La
delicadeza en cada uno de sus golpes y su elegante saque y volea eran la seña
de identidad de un tenista que aún hoy es el campeón superviviente más longevo
del segundo major de la temporada. Bajo el amparo de la Torre
Eiffel, Patty vivió años inolvidables profesional y personalmente. “Me enamoré
de París. Una vez que la Segunda Guerra Mundial acabó, decidí vivir allí como
turista. Aquellos fueron años maravillosos. Acabé incluso comprándome un
apartamento”, contaba en una entrevista publicada en el año 2001 con Gil de
Kermadec.

Desde
bien pronto supo que lo suyo era el tenis. “A los 13 años cuando gané un torneo
en Los Ángeles, le dije a mis padres que quería ser tenista. Fui mejor jugador
en mi etapa joven que en la adulta. Hasta los 15 años nunca perdí un set en
ninguna de las diferentes competiciones que disputé en Estados Unidos”, añadió.

Su idilio
con Roland Garros en 1950, cuando derrotó en la Final del evento galo al checo,
nacionalizado egipcio, Jaroslav Drobny (6–1 6–2 3–6 5–7 7–5) fue posible
gracias a su propia voluntad. “A finales de 1949, decidí concentrarme
plenamente en mi tenis. Dejé de beber, fumar, salir por las noches…y todas las
mañanas salía a correr cinco kilómetros en los alrededores del bois de Boulogne
(parque cercano al complejo de Roland Garros). Cuando llegó Roland Garros 1950,
sabía que podía jugar cinco sets y cinco horas, si fuera necesario. […] Cuando
Jaroslav remontó, tras los dos primeros sets, para igualar el partido, nunca
sentí pánico. Sabía que podía acabar fuerte y gané 7–5 en el quinto”.

“Cuando gané Roland Garros no me dieron ningún prize money. Y en Wimbledon
–ese mismo año- me ofrecieron cinco libras y solo canjeables para equipamiento
deportivo de tenis. Así era en aquellos tiempos”.

Pero el
partido que recuerda con más viveza y alegría no se disputó en uno de los
grandes escenarios del tenis mundial. Tampoco en las pistas exteriores de los
cuatro complejos más importantes del planeta. “Fue en el Campeonato de Estados
Unidos sub-18. Jugaba contra un tipo llamado Garner Larned. Era más grande que
yo, un sacador y voleador nato. Un chaval muy bien vestido con sus pantalones
blancos inmaculados; el típico que les encanta a las chicas y los chicos odian.
Ganaba 6–0 3–0 y estaba dominándome totalmente.

Al
40–30 y saque para mí, finalmente, tuve bola de juego. Y, entonces, no se por
qué, decidí sacar por abajo. Si te confundes, sacar por debajo es ridículo.
Pero hecho bien, es realmente molesto para tu rival. Él trató de devolverlo con
el revés pero llegó tarde y acabó tumbado en el suelo. Cuando se levantó,
sus preciosos pantalones
blancos estaban cubiertos de tierra batida y estaba absolutamente furioso.
Tanto que perdió, por completo, la concentración. No pudo dar una después de
eso y yo gané en tres sets. Nunca olvidaré ese partido por ese episodio en
particular. Después del choque tiró su raqueta al lago cercano”.

En sus
15 años como profesional, ganó 46 trofeos. “Nunca fui un tipo nervioso, incluso
en las finales. Sentía que la tensión aumentaba en el cuarto de hora antes del
partido y seguía conmigo en los primeros tres o cuatro juegos. Luego se iba.
Una vez que estás en el partido, se va”. El título de dobles en Wimbledon 1957
fue el último gran torneo que levantó antes de colgar definitivamente la
raqueta.

Periodista/ Journalist | Freelance | Colaborador en Sphera Sports, Radio MARCA, esRadio, Radio Internacional y Match Tenis | Blogger El HuffPost | Antes: Dpto. Comunicación de LNFS | Fundé dos proyectos periodísticos

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