Inglaterra
ha llegado a imaginarse a gigantes en las grandes citas, pese a enfrentarse a
simples molinos de viento. Los pross no son el valiente protagonista de la
historia de Miguel de Cervantes, aunque hayan forjado sus propias sátiras durante
décadas, escritas con sangre. Suelen reírse de aquellas narraciones que encadenaban
llantos para llenar un mar entero, guardando cada pesar como un souvenir que
siempre acaba sacándote una buena sonrisa. Porque los ingleses saben reírse de
sus dramas. Tras su buen papel en el Mundial, se enfrenten a los rivales que se
enfrenten, el entramado de Gareth Southgate sigue bordando lo que mejor se le
da: los procesos clasificatorios.
Los
británicos han cambiado su defensa de 3 centrales, con la que fueron cuartos en
Rusia, a un 4-1-4-1 en el que los extremos agarran una responsabilidad capital,
como los superhéroes, solo que si no rinden le reemplazará otro. A Gareth
Southgate nunca se le han caído los anillos. Y eso que le sobran. Raheem
Sterling es la mejor ala de un conjunto que ya no quiere vivir solo del
contraataque, sabiendo que además hay un sinfín de equipos que le esperan
agazapados. Así han sido sus dos primeros envites clasificatorios. En los que,
por cierto, han marcado cinco tantos en cada uno.
Sterling
espera muy tranquilo en la línea de cal, a expensas de que le llegue el cuero
desde el otro costado. Jugando al escondite. Tienen la pelota en un flanco,
despistando, mientras trazan una serie de pases cortos para acabar
transportando el balón al extremo contrario, donde ya les ha puesto aceite a
sus rifles. Allí, los laterales contrarios, desprovistos de ayudas, ya sudan
para contener el buen uno contra uno de perlas como Jadon Sancho o Hudson Odoi,
entre otros. Ni el mejor desodorante les puede salvar. Todo huele a centro,
mientras los ingleses cargan el área con sus interiores. Hay perfume de gol.
Esta
nueva Inglaterra ha encontrado su nuevo 6,
con mucha polémica, con crónicas de todos los tabloides sobre el apoyo al IRA
de un Declan Rice que mezcla sus labores como tercer hombre en la salida de
balón con la de escombra en defensa, dispuesto a resolver cualquier despiste de
unos interiores más prestos a correr hacia delante que para atrás. Rice no es fascinante
con el balón, pero juega sencillo y bien. Y que complicado suele ser eso, sobre
todo a los 20 años. De hecho, esa simpleza le hace muy seductor para cualquier
técnico.
Southgate,
en la zona de sus interiores, tendrá que encontrar a dos futbolistas que
encajen en un sistema en el que está el huracán Harry Kane, que vive por tocar
la pelota en la zona de tres cuartos para dejar espacio a su espalda.
Inglaterra tiene muchísimo futbolista en su país que lo puede hacer, pero
deberá tener otro centrocampista que no se rasgue las vestiduras a la hora de
dar apoyo al 6 de turno, suturando a un conjunto que se ha transformado en el
último lustro. Y que quiere cambiar las canciones que se vanagloriaban por la
pena de otra derrota, por un sonido festivo, el de la borrachera de la alegría.
Cuando todo sale bien. Con plena confianza. Con Inglaterra levantando un trofeo
de nuevo.
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