En los tiempos que corren no resulta habitual en el fútbol que se escuche la voz de los seguidores por encima de la del resto de actores implicados en el deporte rey y, sin embargo, aún sigue habiendo casos que rompen este panorama. El último de ellos se ha vivido en la Bundesliga alemana, competición que es vanguardia en muchos aspectos.
Allí se ha decidido suprimir los partidos de los lunes a partir de la temporada 2020-2021, cuando acabe el actual contrato televisivo, después de las protestas de algunas gradas que incluso amenazaron con huelgas de silencio como forma de rechazo hacia los cinco encuentros ligueros encuadrados en este día a lo largo del curso.
No cabe duda de que se trata de una medida bien acogida a nivel popular toda vez que parece reflejar un triunfo de David contra Goliath pero en paralelo genera un interesante debate que poner encima de la mesa y que ataca directamente a uno de los pilares futbolísticos básicos… ¿Qué se entiende exactamente por seguidores?.
El deporte, como lo conocemos hoy en día, ha mudado mucho con respecto a los años precedentes. Lo que antes era localista hoy ha pasado a convertirse en global. Los contratos televisivos, las giras internacionales, los patrocinios, las redes sociales e internet, el tránsito de futbolistas de todos los países por el mundo…. la dimensión de los clubes trasciende más allá de un barrio, una ciudad o un país.
Dicha realidad entra claramente en conflicto con la de aquellos que defienden que la cercanía geográfica y la posibilidad de acudir al estadio a dejarse la garganta para jalear a los suyos les otorga un argumento de peso para hacerse oír. La norma no escrita de que puede exigir aquel que paga empieza a crear espectadores de primera y espectadores de segunda, estando además en clara desventaja estos últimos.
Si bien es innegable que los intereses económicos son los que están detrás de los horarios considerados abusivos por aquellos que acuden al campo, no lo es menos que dicho afán por generar ingresos es el que permite al mismo tiempo que personas de todo el globo puedan entrar en contacto con los equipos y además mejorar el nivel de los futbolistas que los defienden para que haya más espectáculo.
¿Debe primar la comodidad de quien acude a Anoeta, por ejemplo, a la opción de que un espectador chino pueda ver un partido de la Real Sociedad a una hora prudencial? ¿Por qué el aficionado del Celta de Vigo que vive en Valencia no puede disfrutar un viernes por la noche en su casa de un duelo del club al que apoya en la distancia?
La partida, es cierto, se juega con las cartas marcadas. Y siempre suelen ser los mismos quienes resultan ‘castigados’ con una franja de las menos cómodas pero no deja de tener cierto aire de injusticia que treinta mil personas, llegado el caso, quieran imponer su criterio por encima de todos aquellos que pueden tener así más facilidades para disfrutar del fútbol.
Más si cabe cuando el contexto permite abrir mercados a la entidad que siguen y también cuando esos mismos indignados se sientan delante del televisor gustosos para ver, pongamos el caso, un Tottenham-Manchester City de la Premier League inglesa después de cenar el primer día de la semana. Quizás las camisetas sean de unos pocos pero el fútbol es de todos. Podrá gustar más o menos pero conviene tomárselo con deportividad.
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