“No hay nada peor en la vida que ser ordinario”. Esa es la frase que Borna Coric lleva tatuada en su bíceps derecho. Esa es la motivación del joven tenista de 21 años que ha firmado, esta pasada semana en Shanghái, su mejor actuación en un torneo Masters 1000.
Perdió la final ante Novak Djokovic, el hombre del momento; el ave fénix serbio que otea el número uno del mundo aún en poder de Nadal, pero las sensaciones que dejó Coric, en suelo chino, le valen para estrenar su mejor ranking en la tabla: el undécimo puesto. Una proeza que reluce el buen hacer del tenista de Zagreb que con tan solo 17 primaveras doblegó a Nadal (Basilea 2014); también a Murray (Dubái 2015), ya con la mayoría de edad cumplida.
Coric avisó también, el pasado mes de junio, sobre la hierba de Halle. Allí venció a Roger Federer en la final para sumar su segundo trofeo ATP. El primero llegó en abril de 2017, en suelo marroquí, ante el alemán Phillipp Kohlschreiber. Un duelo en el que salvó cinco puntos de partido.
Parecía que la gira asiática no iba a terminar bien después de haber perdido tanto en Chengdu como en Pekín en su primer partido. Sin embargo, en Shanghái cambiaron y mucho las tornas para Borna.
La rapidez de la pista favoreció a los golpeos del joven intrépido que volvió a ganar a Federer en las semifinales del torneo. Casi nada. Sobre todo porque muy pocos conocen que, en sus orígenes, durante su primer torneo fuera de Croacia (Roma, 2005), la familia Coric tuvo que pasar las noches en una camioneta.
Siempre es bueno recordar de dónde se viene para saber mejor dónde ir aunque Coric hace tiempo que cambió su mentalidad y, como ya reconoció en varias entrevistas, ahora solo quiere “trabajar en mi juego y veremos hasta donde llego”. Los objetivos, si se toman en serio, a veces llegan a frustrar si no se consiguen. El carpe diem como dogma parece ser la ‘religión’ de este chaval que si no hubiera sido tenista, habría emprendido su carrera como boxeador.
Quizá ahí puede estar el ‘secreto’ de que haya tenido mejores resultados este año. Ahí y en un staff técnico estable. Hace algunas temporadas, la sucesión de entrenadores llegó a afectarle. Él mismo lo confesó públicamente aunque no señaló culpables. Ahora, bajo la tutela de Kristin Schneider y Ricardo Piatti, parece que todo sigue su curso. Ellos y un tercero, Ivan Ljubicic, entrenador de Federer y, además, manager del balcánico.
En 2013 se encumbró como campeón en el US Open júnior. En octubre de 2014 entró al top 100. Un año después acabó la temporada como el jugador más joven en el top 50. El pasado curso consiguió la victoria más importante de su carrera tras ganar al número uno del mundo, Andy Murray, en Madrid. Ahora está a las puertas de entrar en la jerarquía nobiliaria de los diez mejores. El ascenso sostenido de Borna Coric es ya una realidad.
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