En la época en la que las estadísticas se han apropiado del fútbol, algunos se preguntan, todavía, por qué Benzema y Bale estuvieron tan lejos de los números de Cristiano Ronaldo. Se explica solo. No se necesita sacar la pizarra, como si fuéramos el mismísimo Lopetegui, para ver que los tantos del Real Madrid eran difíciles de repartirse en el momento en el que uno de los delanteros no iba a bajar de 40. No se puede marcar 160 goles en una liga, es cuestión de matemáticas. Aun así, en estas operaciones uno puede acabar liándose mientras te llevas dos o tres y por ello Lopetegui ha apostado por un estilo más conservador, aceptando que el que sumaba más y mejor está en Turín.
El exseleccionador nacional se ha decantado por vestir a los merengues con el traje de chaqueta negro, aquel que les exige que no solo hay que ganar sino hacerlo con estilo. Los blancos son un conjunto pulcro, bien perfumado, que siguen teniendo muchas de las ideas que Zidane aplicó. Sin embargo, no le hacen ascos a tirar la americana al barro para empezar a correr si les dan los espacios requeridos. Teniendo a jugadores como Bale o Asensio, rápidos, buenos conduciendo y llevando contras, renunciar al chándal sería absurdo e incluso -por qué no- hortera.
En la salida de balón los de la capital de España han querido enseñar al mundo, desde el primer día, que las razones por pegar un pelotazo no existen. En más de una jugada, este curso, ambos centrales en un saque de puerta se han colocado prácticamente en la línea de cal con las clásicas ayudas de Kroos y Modric en los costados, arriesgando a una pérdida que solo podría ser gol por la anchura propia de los zagueros. Casemiro, como con el francés, sigue siendo ese centrocampista tan especial que prácticamente no ayuda en la construcción del juego. Sin embargo, en fase defensiva acaba siempre pisando su propia área en los centros laterales, capital en cualquier conjunto en el mundo.
En fase ofensiva, Asensio e Isco son los que ofrecen ayudas cuando Marcelo y Carvajal, al pisar línea de fondo, no tienen el espacio para centrar apropiadamente. Cuando reciben ese balón, con un simple pase atrás, los dos internacionales españoles tienen claro que ya no hay vuelta de hoja, como cuando uno está en la punta del trampolín y solo puede lanzarse al agua: tienen que chutar o centrar. En caso de ponerla al corazón del área allí estarán Bale y Benzema: prestos, tal y como Lopetegui les está potenciando, a repartirse los tantos equitativamente. A ver cómo salen las cuentas.
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