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Sobrino se hace grande

Rubén Sobrino ha sido jugador del Real Madrid. Lo ha sido también del Manchester City. Fue llamado por Carlo Ancelotti para disputar la International Champions Cup. Fue fichado por Txiki Begiristain como una importante inversión de futuro. Destinado a grandes cotas y con su carrera en constante progresión… ¿Cómo es posible que esté cumpliendo su tercera temporada consecutiva en un equipo que luchará una vez más por la permanencia?

“Desde el primer día que sentí que el club quería que siguiera aquí fue un orgullo sentirme tan querido”. Fueron las palabras de Sobrino en su presentación como jugador del Deportivo Alavés, en verano de 2017. Tras las cesiones en Ponferrada, Girona y Vitoria, los cuatro años que le ofrecían en el club vasco convencieron definitivamente al de Daimiel, deseoso de estabilidad.

Además, el desembolso no fue pequeño. Dos millones de euros, el triple de lo que le costó al City y solo superado en dos millones más por el fichaje más caro de la historia del club (Guidetti fichó este mismo verano por cuatro kilos). Sobrino, al que las lesiones le han maltratado en las dos temporadas que lleva disputando la Liga, vive por fin un respiro en 2018. Poco a poco se ha asentado en las alineaciones, hasta convertirse en una pieza fundamental en el esquema de Abelardo.

No fueron fáciles sus primeros meses en el Alavés. Rubén solo disputó 13 minutos en toda una primera vuelta. Sí tuvo protagonismo en Copa del Rey, donde el equipo dirigido entonces por Mauricio Pellegrino alcanzó la final contra todo pronóstico. En su primer partido como titular en Primera, ante el Sporting, el manchego abrió la lata con una cabalgada monumental a los 10 minutos, dejando atrás a un defensor y batiendo con frialdad a Cuéllar. El partido acabó 2-4 para los vitorianos.

Tres jornadas después, el Alavés derrotó al Valencia en Mendizorroza con una gran remontada. Sobrino salió desde el banquillo y en el 86’ sirvió en bandeja un pase entre dos defensas para Katai, que marcó el 2-1 definitivo. Cuando más y mejor estaba jugando, una rotura de fibras le frenó en seco. Se quedó un mes y medio fuera de los terrenos de juego y cuando volvió apenas quedaban jornadas de Liga. Sin embargo, fue uno de los futbolistas clave de un tramo final espectacular (14 puntos de los últimos 18). Además, tuvo el premio de disputar media hora de la final de Copa ante el Barça.

Pese a la apuesta del club en él, el inicio de la 17-18 también fue convulso. El cuadro albiazul perdió los seis primeros partidos y Zubeldía fue despedido a mediados de septiembre. Con 11 derrotas en 13 jornadas, el club también despidió a De Biasi. Entre la crisis y la reacción del equipo ya con Abelardo, Sobrino se perdió nueve partidos, cinco por decisión técnica y cuatro por lesión. Reapareció en enero, en San Mamés, quizá después de haberle pedido continuidad al 2018.

Suerte o no, a Sobrino no le han ido mal las cosas este año. El Alavés, prácticamente condenado a Segunda, se salvó. Sobrino solo se perdió un partido en toda la segunda vuelta, y fue por acumulación de amarillas. En el tramo final anotó tres goles y dio dos asistencias, firmando su mejor actuación el estadio de Gran Canaria (0-4) sirviendo el 0-3 tras recuperación y anotando el cuarto con un buen remate de cabeza. En Copa, volvió a mostrar su mejor versión tanto en octavos frente al Formentera como en cuartos con el Valencia.

La 18-19 pinta todavía mejor. Si en las dos primeras temporadas no marcó su primer gol hasta la segunda vuelta, en ésta ya ha mojado. Con el Alavés contra las cuerdas, su gol contribuyó a darle la vuelta al marcador y derrotar al Espanyol en dos minutos mágicos Su tanto, además de valer los primeros tres puntos de la temporada, sirvió también para alcanzar la histórica cifra de 500 goles en Primera División.

“Se hablaba de que no teníamos gol porque no marcamos en el Camp Nou o ante el Betis. Advertimos que los goles llegarían, que lo importante es hacer ocasiones”, decía un Sobrino muy satisfecho. Lo cierto es que si algo sabe el exmadridista es generar oportunidades de gol. Si las lesiones no vuelven y el ritmo continua, en Mendizorroza van a disfrutar con su fútbol.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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