España se enfrenta a
Rusia, la anfitriona del Mundial 2018, la misma que hace apenas dos semanas
llegaba sembrada de dudas y con su propia afición silbando actuaciones en
partidos amistosos. La misma que, de golpe, ha ilusionado a todo un país con un
8-1 parcial en los dos primeros partidos. La derrota ante Uruguay (0-3) escuece
menos sabiendo que la clasificación a octavos ya era un hecho.
Ahora, la que duda es
una España que perdió a su entrenador dos días antes de debutar y que muestra
más sensaciones pesimistas que optimistas: Un portero inseguro, una defensa que
ha encajado cinco goles en seis disparos, un centro del campo huérfano con
Busquets mermado, una línea de tres cuartos donde sólo Isco aporta magia y una delantera,
eso sí, con ‘punch’ gracias al acierto de Diego Costa y Iago Aspas.
A veces, para recobrar
fuerzas, no hay nada como la inspiración del pasado. Llegamos a este Mundial
tras dos serios varapalos en Brasil y Francia. Antes de todo eso, la etapa más
gloriosa de la historia del fútbol español. Y antes de todo eso (hace solo diez
años, tampoco hay que irse lejos), un solar. Nada que valga la pena contar a
nuestros nietos salvo unas cuantas desgracias y un gol de Zarra a la ‘pérfida
albión’ en 1950.
El hecho de que ahora
España sea una de las grandes favoritas, el estatus que hemos alcanzado gracias
a una generación histórica, empezó un 26 de junio de 2008 en el Ernst Happel de
Viena. La Roja, tras eliminar a Italia en una agónica tanda de penaltis, se
enfrentaba a la Rusia de Arshavin, que llegaba tras golear a Holanda con una
actuación portentosa del futbolista del Zenit. Aquel día, ante la oportunidad
de jugar una final en una Eurocopa por primera vez en 24 años, el cuadro
dirigido por Luis Aragonés forjó su leyenda.
Puede que no hayamos
vuelto a ver mejor fútbol que el que desplegó el equipo español aquel día,
sobre todo en una segunda mitad de ensueño. No pasaron ni cinco minutos tras el
descanso cuando Iniesta metió un pase para Xavi, que alargó la pierna para
colocar el 0-1. A partir de ahí, vendaval y goleada culminada por Güiza y Silva
en pases de Fábregas (el mismo que sirvió el gol de Iniesta en la final de
Sudáfrica), que había entrado por lesión de Villa.
Fue la antesala antes de
ganar a Alemania con el legendario gol de Fernando Torres y conquistar una
Eurocopa que dio paso al Mundial y a otra Eurocopa más. De aquellos primeros 23
futbolistas que iniciaron el camino en Austria y Suiza, solo quedan cuatro en
la actual Selección: Sergio Ramos, Andrés Iniesta, David Silva y Pepe Reina.
Suficientes para que el resto se mire al espejo de aquella generación y
demuestre que puede jugar igual o mejor ante un rival en plena y lenta
renovación. Toca volver a hacer historia.
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