Desde el año 1925, Roland
Garros forma parte de los cuatro Grand Slams del tenis mundial, una categoría
distintiva que comparte con el Abierto de Australia, Wimbledon y el Abierto de
los Estados Unidos. El torneo, que en esta edición cumple 126 años, no se
disputó durante seis (ediciones de 1940-1945) a causa de la Segunda Guerra
Mundial. Sus instalaciones fueron usadas por la Gestapo como campo de detención
de disidentes y ciudadanos judíos previo a su deportación a los campos de
concentración del nazismo.
El año 1946 fue el momento
de su ‘liberación’; el capítulo de felicidad, posterior a la contienda bélica,
que devolvió al público a las instalaciones del Stade de Roland Garros para
presenciar una edición especial con tenistas y espectadores unidos. “Los
franceses regresaron a Roland Garros después de haber sido privados del
entretenimiento deportivo durante la guerra. Tenían la intención de recuperar
el tiempo perdido”, dicen las crónicas de la época.
El 18 de julio de 1946 daba
comienzo el grande francés. “Los
primeros torneos en la posguerra se jugaron en condiciones inimaginables”,
describe, en sus memorias, Bernard Destremau, tenista ya fallecido en el año
2002. Y es que, después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo tardó en
recuperarse de los años de terror y barbarie y el tenis no fue menos. En las
ediciones posteriores a la guerra, apenas había materiales que pudieran
fabricar pelotas de tenis y raquetas, las pistas estaban prácticamente
derruidas e incluso escaseaba el papel para imprimir entradas.
“Tuvimos dificultades para
encontrar ropa que vestir y para tener lo suficiente para comer. Hubo momentos
en que tuvimos que arreglárnoslas con algunos conjuntos extravagantes. La
mayoría de los jugadores aún estaban desnutridos y con bajo peso. Algunos de
ellos, al borde del desmayo al final de sus partidos”, prosigue Destremau
en el libro El quinto set: del tenis a la diplomacia.
Como excepción, ese año
Roland Garros y Wimbledon intercambiaron sus posiciones en el calendario. El
evento francés volvió a abrir sus puestas a los tenistas extranjeros en medio
de un caluroso verano en el que algunos jugadores mostraron pantalones cortos;
una prenda que, pese a haber emergido en la década de los años 1930, no estaba
del todo bien aceptada.
De hecho, como curiosidad,
el ganador en la edición de 1946, el local Marcel Bernard, de 32 años, disputó
la semana de competición con pantalones largos hasta la final. Ahí se cambió a
los cortos para acabar doblegando al máximo favorito del torneo, el
checoslovaco Jaroslav Drobny, en cinco mangas, con remontada incluida (3-6 2-6
6-1 6-4 6-3) un 27 de julio de 1946.
“Aquel fue un escenario bien ‘engrasado’ y que a la
gente le gustaba. Había habido una guerra, Roland Garros se había visto
obligado a parar…Y, de repente, llega un francés que vence viniendo dos sets
abajo. Cuando gané la final, hubo una ovación increíble”, dijo Bernard, sobre
su victoria, en declaraciones que recoge la web del torneo. Tras él, solo otro
francés, Yannick Noah, en 1982, ha logrado levantar la Copa de los Mosqueteros
en el ya mítico Bois de Boulogne.
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