Thomas Vermaelen aterrizó en
Barcelona el verano de 2014, tras vestir la elástica de los gunners durante
cinco temporadas. Su llegada, algo cuestionada por las secuelas de otras
aspiraciones que quedaron en nada, se potenció bajo el umbral de la duda debido
a las lesiones que había arrastrado anteriormente. Su estreno como jugador
azulgrana fue en la enfermería, a causa de una lesión en los isquiotibiales. A partir de allí, un camino de numerosas detenciones.
El recorrido del belga ha estado señalado por múltiples lesiones que han
mermado su rendimiento y sus posibilidades. Tras jugar la pasada temporada
cedido en la Roma, el central volvió en verano sin que la afición tuviera un
ápice de esperanza en él. Vermaelen se había convertido desde hacía tiempo en
la broma fácil aplicada por un juicio cruel.
Que Carles Puyol sólo hubo uno es
algo conocido por todos. Puyol era un tipo especial, de un inigualable
liderazgo que sabía trasladar al terreno de juego a la perfección. Un icono de
la profesionalidad, de la capitanía y de una época de títulos gloriosos. Sin
embargo, nada es eterno y, tras la salida del capitán, algunas incorporaciones
volvieron a ser apuestas frustradas que no lograron adaptarse o hacerse con su
presencia en el once, sin que la plantilla pudiera aparentar amplitud y
seguridad en la línea defensiva. La llegada de Samuel Umtiti marcó un antes y
un después. La pesadilla del fichaje de centrales que tanto ha perseguido al
Barcelona, y que concentró 221 millones hasta su aterrizaje, se atenuó con la
incorporación del futbolista de Yaoundé. Su rendimiento fue a más, hasta
consolidarse como titular indiscutible. Con Piqué algo dubitativo y con una
menor regularidad en su estabilidad en el primer tramo de competición, el
francés se erigió como el cerrojo de Can Barça.
Las alarmas sonaron cuando uno de
los pilares azulgranas sufría una lesión el pasado mes de diciembre, en el
partido que el Barcelona disputó ante el Celta. Significaba perder al mejor
central de la temporada, y el recambio chirriaba a oídos de todos. Vermaelen
aparentaba ser un diminuto apósito para parchear una profunda herida.
El fútbol si sabe de algo, es de
lecciones. Sin embargo, creemos saberlo todo, que las estadísticas pueden ser
letras que cuenten historias con un final irremediable e inalterable. Por
suerte, de vez en cuando alguien se atreve a transformar esos desenlaces, y
Thomas Vermaelen nos ha hecho recordar que las oportunidades, aunque puedan ser
efímeras, no dejan de ser coyunturas favorables.
Al central zurdo le ha tocado
lidiar con la competencia, con las lesiones y con la falta de confianza. Un
cúmulo de factores que colmarían la paciencia de muchos, pero no la de un
jugador que, tras perseverar, ha encontrado el momento de demostrar que el
Barcelona le fichó por algunas razones que tantas veces no parecieron veraces. Respondió
a la llamada cuando más se le necesitó, sin que la falta de rodaje se
evidenciara en sus actuaciones. Los minutos que ha disputado en la vigente
temporada han sorprendido a aquellos que nunca se apiadaron del calvario que le
ha perseguido.
La ventaja abrumadora del internacional
francés en la pugna por ser indiscutible ha ido a menos. Umtiti, al que vimos
algo desestabilizado tras la lesión y con la incerteza de su continuidad, pudo
en algunos momentos dejar de ser una amenaza tan atronadora como ya lo fue
antes. El papel de Thomas le ha devuelto un poco de su perseverancia. Anticipación, siempre
acertado en la posición, cómodo en la salida de balón y seguro en
las jugadas más comprometidas. Sigue sin ser la primera opción, pero gozando de
minutos en este último tramo de la temporada que premian su fortaleza ante la
adversidad. Rusia también le espera para que el escaparate pueda prolongarse, y
otorgarle confianza a quienes la perdieron. Donde las noches de verano podrán
ser algo más frías, pero se volverán cálidas a las pulsaciones del balón. El
Mundial, la cita que aglutina tantos relatos para coleccionar.
No es una casualidad, es una
lección más del fútbol. La causalidad. La insistencia de los jugadores que
sueñan con encontrarse cada fin de semana con el esférico mientras los
contratiempos le alejan de manera ineludible. El sufrimiento del futbolista
profesional que batalla con un rival que duerme en su propio cuerpo. La
resistencia por derribar muros. Perseverar y demostrar.
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