El penalti de Nono que seguía
dando vueltas de esquina a esquina del pensamiento de forma recurrente y
golpeando como la gota china. El año en el que vivimos peligrosamente las
terroríficas aventuras de Guille Sara y su colega Stephan Andersen. Steinhöfer en
la casa del terror. El tren de la bruja Stosic. Leo Baptistao jugando a ser
Messi. Solo jugando. La impotencia de los derbis hasta rozar el complejo de
inferioridad. Los despejes Paulao y pa’l otro. La paradoja del
insufrible Reyes y su guillotina. La historia de cómo el Huachipato llegó a
nuestras vidas. La tortícolis de mirar siempre hacia arriba y ya nunca desde.
El tsunami institucional, las noticias de juzgados, la manta para taparse, las
manos delante del rostro con los dedos entreabiertos para mirar sin querer ver.
Todo es muy Chu-Chu-Chuli pero al revés. Los volantazos de Mel. El empate ante
el Rayo como presagio. El (d)efecto Garrido. El estadio cantando a la
desesperada todos los Betis que le quedaban dentro, el gol de Vela de penalti,
los ridículos 22 puntos, las lágrimas de la crónica de una muerte anunciada. Un
Villamarín con 12000 espectadores.
Un 4-1 en Ponferrada. La
oscuridad del verde esperanza y del blanco luz. La acuciante nostalgia. La
acuciante distancia. La categoría impropia. Otra vez. Adán, Rubén y Jorge al
rescate. Otra vez. El Velázquez que se creía tan iluminado como el barroco
Diego, Hulio. El obligatorio regreso… al más reciente pasado. El Merino
nuestro de cada liga. Heiko Westermann, tu muñeco articulado favorito. Ilusiones
de papel mojado con Charly Musonda Jr. Van de bar en bar y tiro porque me toca.
Amro Tarek, la leyenda. El global de 6-0 de la Copa. N’Diaye, en modo Alexanco.
La latente incapacidad de uno que se sabía grande sin poder volver ni a parecer
serlo. La afición como única trinchera. El espejismo Poyet. El mejor centro del
campo de La Liga después de los grandes. Con dos… pelotazos. Las risas por no
llorar. El absurdo. La racanería del señor Víctor Sánchez del Am(arr)o. Alexis
haciendo de Merino. Ryan Donk haciendo de N’Diaye haciendo de Alexanco haciendo
de Ryan Donk. El neo-o-no-nazi Zozulya. Tosco, Tosca: dicho
de una cosa poco trabajada, sin pulimentar o hecha con materiales de escasa
calidad. Virgencita que me quede como estoy. La soga al cuello. El suspiro. La
fe en el suelo. La vuelta a empezar. Los recelos.
La coherencia
estival de San Lorenzo y sus perseidas. La mágica primera vez en el remodelado
templo. La constatación de un proyecto deportivo verdadero. Ver a Guardado y
ver por fin un equipo. El fin del caos. La barca, los remos y una misma
dirección. El libro de estilo. Un échale fútbol y no huevos por bandera. La
creencia, la valentía, el crecimiento, la progresión, la voluntad de mando, la
ambición humilde y silenciosa. La paciencia entre la ingente impaciencia. La
desbordante personalidad. El ajuste, la perseverancia. La victoria en el
descuento en el Bernabéu. ¿Recuerdas cómo sonaba un elogio? Los pies en el
suelo. El bache superado. La vuelta a empezar definitiva. Los recelos que se
cambian por anhelos. Los silbidos por aplausos. Las dudas por certezas. El
ascenso estropeado. La manita. El gol de Tello que derribó tantos y tantos
complejos. La alta competitividad. La vuelta a la tortilla de una rivalidad que
había bajado los brazos a nivel deportivo. Non è una possibilità. La
defensa de tres centrales casi parecida a la de un año atrás… La forma de
jugar desde atrás. La forma de jugar adelante. Bartranbauer. El penalti
de Rubén Castro al Leganés. La frescura de los canteranos. Adán en Getafe. La
jugada de Joaquín en Girona. El gol de Junior en el último suspiro del último
suspiro ante Las Palmas. El nuevo suspiro. El de ganar, no el de perder.
Fabián. La emoción de Quique. La justicia del merecimiento. Un Villamarín con
más de 50000 creyentes. Un año inolvidable.
Han pasado 1500
días desde aquel penalti de Nono que seguía dando vueltas de esquina a esquina
del pensamiento de forma recurrente y golpeando como la gota china, desde aquel
penalti que supuso el inicio del desmoronamiento más evidente, desde aquel
penalti que es una de las imágenes más significativas de la pérdida de foco del
Betis con respecto a su estatus, desde aquel penalti que supuso el inicio de
una larga noche que recién acaba de terminar, desde aquel penalti que, tras la
euforia y la celebración, es la primera imagen fría que ha venido a mi cabeza
mientras bajaba las escaleras del estadio tras la victoria ante el Málaga. La
que ha devuelto al Betis a Europa. Han pasado 1500 días desde aquella fatídica
última foto del EuroBetis hasta que, ahora, ha vuelto a sellar una
clasificación europea, por fortuna, diametralmente distinta. Por fortuna, con
un futuro a corto plazo cargado de optimismo. Por fortuna, con un proyecto
deportivo y unas intenciones futbolísticas a la altura del escudo. Por fortuna,
con margen de mejora, con techos altos y con una renovada grandeza. 1500 días y
una única, larga y oscura noche después. La espera que empezó aquel negro 20 de
marzo de 2014. La espera que terminó este pasado 30 de abril de 2018. Despierta.
Es hora de levantarse. Sube la persiana. Es pleno día. Ha vuelto a salir el
sol. Europa te estaba esperando, Betis.
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