Es el FC
Barcelona y, como tal, se le exige la excelencia en cada partido. Es lícito
reclamárselo; si no lo hacemos con ellos, ¿con quién lo vamos a hacer? Y los
números están ahí: el Barça es el único equipo de Europa que sigue invicto en Liga
y Champions. Una hazaña inimaginable al inicio de la temporada.
Ernesto
Valverde ha dotado al equipo de una solidez demoledora. La maduración de Ter
Stegen y Umtiti, la mejor versión de Jordi Alba, la segunda juventud de Iniesta
o la inconmensurabilidad de Messi han sido determinantes en la evolución del
equipo. Con la Liga más que encarrilada y la clasificación para la final de la
Copa del Rey, todas las miradas pasan por la Champions League.
Las
sensaciones al ver el emparejamiento entre Barça y Roma en el sorteo eran de
estar clasificados –directamente– para las semifinales. Dichas sensaciones
quedan corroboradas con la finalización de los primeros noventa minutos de la
eliminatoria. No por la brillantez demostrada por los jugadores del Barcelona, sino
por la más que improbable remontada de los italianos en el Olímpico de Roma.
La diosa
fortuna también juega un papel relevante. Tanto para bien como para mal. Capaz
de beneficiarte con cinco goles en propia del rival en toda la Champions, como
de perjudicarte con 41 balones al poste en todas las competiciones. Tan
relevante como caprichosa. Eso sí, tal y como dice el ‘txingurri’ “si no te
acercas a la portería, no se marcan goles en propia puerta”.
Pero, ¿hasta
qué punto se puede ganar una Champions primando el resultado al fútbol? Si el
día que juegas un partido gris ganas 4-1, parece que nada debería poder
frenarte. Sin embargo, imaginemos que la mano inocente del sorteo de cuartos
hubiese sido más caprichosa. El Barcelona podría estar viendo peligrar su pase
a las semifinales.
El mes
de abril es el más decisivo de todos, tanto por la cantidad de partidos como
por su trascendencia. Apostarlo todo al resultadismo no siempre puede acabar de
la mejor manera posible. Los resultados están siendo un flotador que permiten
al Barça de Valverde seguir nadando por las tres competiciones. Es el
pragmatismo llevado al límite. Peligroso cuanto menos.
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