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FC Barcelona

Umtiti y el efecto ‘Black Mirror’

Una
de las cuentas pendientes que tenía conmigo mismo y que he saldado en estos
primeros meses de 2018 ha sido la de
conocer y explorar el ‘universo Black
Mirror
’. El show televisivo de (quizás no tanta) ciencia ficción nos
muestra un futuro próximo realmente inquietante en el que las grandes
innovaciones tecnológicas, que en un principio deberían haber servido para
prosperar y mejorar, acaban desembocando en problemas y conflictos provocados por
la mala gestión que los usuarios hacen de ellas.

Black Mirror pretende concienciar al
espectador a través de un simple ejercicio: llevar las situaciones tratadas en
cada episodio al extremo, con el
objetivo de hacernos reflexionar e invitarnos a imaginar un caótico futuro al
que, sin darnos cuenta, podemos estar acercándonos. ¿Por qué dispositivos con
prestaciones tan potentes llevan a tantos problemas, accidentes o tragedias? La
respuesta es múltiple: avaricia, conflicto de egos, codicia, ansia de poder,
ambición desmesurada, egoísmo… Artilugios brillantes, pero que fomentan la
anteposición de lo individual frente a lo colectivo, de la insensibilidad
frente a la empatía. En definitiva, intereses que sacan el lado más perverso
del ser humano.

El
mundo del fútbol, que ya sabemos que es comparable a todo, también tiene un
lado perverso. Con el dinero como protagonista, lo visualizamos normalmente a
través de unas acciones llevadas a cabo por unas figuras conocidas como
representantes, que se encargan de asesorar y dirigir los intereses de un
jugador. Especialistas en llevar al extremo algunas situaciones (normalmente
contractuales), son capaces de tensar la cuerda para hacer que el club acabe
claudicando y adaptándose a los intereses de su representado.

Para
llegar a este extremo, practican el efecto Black
Mirror
: invitan al club y aficionados a plantearse una hipotética situación
de un futuro en el que su dispositivo, al que llamamos jugador, provoque una
situación conflictiva o accidental a partir de su marcha a otro club. En la
mayoría de casos, se trata de un jugador que se ha convertido en referencia y
con un sueldo que no se equipara a su nivel de transcendencia dentro del
equipo. Pese a que la relación entre ambas partes se basa en un contrato redactado
y firmado, en el mundo del fútbol se ve como algo absolutamente normal el hecho
de modificarlo antes de su finalización.

El
dispositivo de defensa Samuel Yves Umtiti, registrado en Yaoundé (Camerún) el
14 de noviembre de 1993, es un artilugio de 1,83 metros y 80 kilos de peso
capaz de blindar y acorazar una parte delicada del terreno de juego gracias a
sus prestaciones físicas y técnicas. Llegó al FC Barcelona en pleno desarrollo,
tras una exitosa fase beta en el Olympique de Lyon. Pese a que sus condiciones
ya auguraban un buen funcionamiento, todavía no se había implantado con éxito
en un gran escaparate, y por eso costó la asequible cantidad de 25 millones de
euros. La ficha que iba a percibir por prestar sus servicios al FC Barcelona
estaba en consonancia a esa cantidad pagada y al estatus que poseía en aquel
momento dentro del vestuario.

El
resto de la historia ya lo conocemos: consolidación des del primer día en el
once titular, rendimiento muy por encima de cualquier predicción, fiabilidad
máxima en el 99% de partidos jugados hasta la fecha y una proyección que ya le
ha situado, a inicios del 2018 y según mi criterio, en el TOP5 de defensas
centrales del mundo. Dicho de otro modo: ha logrado una aceptación tan positiva
dentro de la sociedad culé que ha hecho que, desde su entorno de fabricación y
crecimiento, hayan surgido los primeros intereses personales que derivan en un
conflicto. En este caso (y como tantos otros), va asociado al elemento que más
perversión genera y que más está dinamitando el mundo del fútbol: el dinero. Samuel
Umtiti y su entorno hacen algo que ya hicieron mucho otros anteriormente:
aprovechar una situación favorable (y ganada a pulso) para obtener un
beneficio. Plantean el futuro del FC Barcelona sin uno de los jugadores que
deben conformarlo. Lo hacen a través de una estrategia más que vista y
repetida: la supuesta mejora de condiciones laborales que le han ofrecido desde
otro club.

Imaginar
un futuro sin Umtiti es, a día de hoy, un serio dolor de cabeza para el club
azulgrana. Por lo tanto, no tengo ninguna duda de que se hará un esfuerzo por
retenerle. El rendimiento deportivo y su proyección convierten la destinación
de recursos a mejorar las condiciones contractuales del francés en una apuesta
segura. Además, la dificultad de encaje y adaptación que suelen presentar los
dispositivos registrados como “centrales” en una interfaz tan peculiar como el
Camp Nou deberían llevar a los dirigentes del club a centrar esfuerzos en un premium version como Umtiti en vez de
aventurarse a incorporar a algún artilugio que aún se encuentre en su trial period.

El
parón de selecciones y alguna respuesta ambigua han dado al ‘caso Umtiti’ un
alboroto superior al que suele haber en estos asuntos, que recordemos, se han
convertido en completamente habituales. Que lo hayamos normalizado no hace más
que confirmar que la esencia y el modo de concebir el fútbol está cambiando en
relación a otras épocas. Cada vez quedan menos one club man, cada vez hay menos contratos que (por un lado o por
otro) son respetados, cada vez hay menos entrenadores que pueden desarrollar su
proyecto de club durante varios años y cada vez existen más jugadores de fútbol
que además son influencers.

Tenemos
ante nosotros una serie de corrientes, inputs
y dinámicas que están cambiando la forma de interpretar este deporte. Los
intereses de unos cuantos, presentes a todos los niveles, encaminan este
deporte hacia un escenario que desconocemos. Un caso como el de Samuel Umtiti
es solo un mero ejemplo de las ¿ventajas? que permite la estructura del sistema
futbolístico actual. Un sistema que también saca a la luz
(más de lo que desearíamos) el lado más perverso de este cosmos llamado fútbol,
que se dirige a un sitio a veces desconocido y preocupante, donde algunos
comportamientos de quienes tienen intereses en juego parecen ponernos en alerta
de que se están olvidando aquellas pequeñas y preciosas cosas que este deporte,
por sí solo, sigue siendo capaz de ofrecer al aficionado.

El modus operandi de unos, en una sociedad
que parece que avanza, hacen que nos olvidemos o dejemos en segundo plano aquello
que es realmente válido, útil e importante. Sí, el mundo del fútbol está
sufriendo un ‘efecto Black Mirror’ en
toda regla.

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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