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El mago de Colmar

Contaba Franco Vázquez,
poco antes de convertirse en rival ciudadano del Betis, cómo el fútbol
callejero, cómo la esencia del potrero, se había convertido en la base de su
juego como profesional. Al contrario que su colega argentino -también zurdo,
claro-, que no pasó a una estructura más o menos profesionalizada hasta los 16
años, Ryad Boudebouz fue captado con apenas doce años por la cantera del
Sochaux, a una hora escasa en coche de su Colmar natal, pero tampoco ha
dejado nunca de desprenderse de su juego el aroma a barrio, a firme de cemento,
a porterías oxidadas, a creatividad rebelde y canchera, a primer elegido en las
pachangas al salir de la escuela, a rey de la pista. No es seguramente una
casualidad que ambos estén compartiendo ahora una ciudad como es Sevilla.

«El muchacho de la calle está en constante
entrenamiento para el fútbol, en su constante necesidad de esquivar los riesgos
y leyes de la vida propias del libertinaje callejero. El muchacho de su casa
difícilmente tenga acceso al fútbol hasta no llegar a la cancha misma. Uno
convive con la picardía, el otro con el orden»
, decía Panzeri. Pese
a su formación más academicista, la esencia anárquico-genial y la electricidad
del argelino van incluso más allá que la del ‘Mudo’. Y la sonrisa y el sentido
del espectáculo, también. Sin contar al extraterrestre Messi, es posible que
no haya en la actual Liga un diez, en el sentido casi metafísico del término,
de alma tan verdadera y pura, con ese arrebato extrovertido de genuina
técnica danzarina dentro del cuerpo y de los pies. Como si la fuerza bereber de
su origen, pese a haber nacido en Francia, nunca le haya dejado de acompañar,
de marcar, de definir. Y es que los bereberes, por cierto, no se denominan a sí
mismos con ese término importado y que podría traducirse como
«bárbaros», sino que utilizan la palabra imazighen, que
significa «los que son libres».

Lo vimos incluso antes de que se
enfundara la verdiblanca en partido oficial. Cuando, los que no lo conocíamos,
nos pusimos a ver vídeos y partidos suyos con el Montepellier, lo
descubrimos al instante. Aquel tipo de piernas largas era un distinto y las
ganas de verle en acción se multiplicaron. Ningún fichaje ilusionó tanto como
él aun sin apenas conocerlo, porque nadie ilusiona nunca tanto como
lo que en Italia se
conoce como un fantasista, cuando estos, como Boudebouz, todavía
conservan o todavía no les han mutilado, según el caso, la frescura del talento
irreverente, la pasión por jugar, el afán por encandilar en cada acción. “Soy
al que hay que mirar cuando tengo ganas de jugar, soy esclavo del artista que
llevo dentro, hago todo lo que querríais hacer vosotros”
, canta Enrico
Ruggiero mientras define a esa especie en peligro de extinción. Un caño aquí,
un tacón allá, un pase de gol que nadie más vio.

La lesión con la que llegó al Benito
Villamarín, la siempre necesaria adaptación y el entendimiento paulatino de
los preceptos del fútbol de posición de Quique Setién hicieron que a
Boudebouz le costase rendir al máximo de sus posibilidades en sus primeros
meses en el Betis. Sin embargo, los ocho minutos que duró su debut ante el Deportivo
de la Coruña ya fueron suficiente material como para que los ojos del
respetable hiciesen chiribitas, las manos se pusiesen a aplaudir y las bocas
comenzasen a pedir, y hasta a exigir, minutos para seguir viéndole pese a sus
patentes contraindicaciones: excesos de confianza ante la presión rival, faltas
innecesarias en zonas peligrosas, pérdidas graves en envíos horizontales, falta
de sapiencia y efectividad para acudir a presionar o desatenciones a la hora de
preservar el orden de los ataques más estáticos y del posicionamiento ante una
eventual transición defensiva.

Sin embargo, Boudebouz encarna
uno de los lemas del nuevo estilo verdiblanco: la calidad siempre compensa.
Sin excepción. Además, el mago de Corlan ya traía desde Francia otro buen
puñado de virtudes perfectamente adaptadas al nuevo escenario futbolístico
bético. Y es que, a pesar de su querencia por el balón a cada momento, es un
diez que sabe esperarla en el escalón correcto, que se mueve sin parar y que se
ofrece con criterio sin ser un acaparador de jugadas, sabiendo también dar
continuidad a la acción, buscar al compañero y ser asociativo. De hecho, si no
lo es ya, debe estar a punto de solicitar membresía en el club de fans de tirar
paredes para construir edificios con forma de jugadas colectivas
maravillosas, como las que él,
no como arquitecto jefe, pero sí como el más decisivo delineante, promueve. Y
es que, aun con su dubitativo inicio, Boudebouz ya está entre los diez
futbolistas que más ocasiones generan por partido de La Liga.

Por si fuera poco, las
características de Boudebouz añaden una imprevisibilidad al Betis de la que
estaba adoleciendo. Su desborde, sus cabriolas, quiebros, pases filtrados y
reinicios, su amenaza con el notable disparo que posee desde la media
distancia, su desequilibrio regateador, sus amagos rivaldescos, su
visión para el último pase, su gracilidad para percutir interiormente, su
entendimiento para abrir el campo hacia la subida de los carrileros después de
atraer marcas, la combinación de todas estas virtudes con una zancada
contragolpeadora bastante temible y, especialmente, la agilidad y la
perspicacia para girarse y para acelerar la acción ofensiva se están
convirtiendo en fundamentales para que este Betis, de más control dominador y
menos ida y vuelta, halle profundidad y ocasiones de gol de calidad.

Toda vez que la conexión con Fabián,
principal suministrador de sus recepciones y socio número uno de sus tuya-mía,
y el cambio de sistema a la línea de tres centrales que ha conllevado su
alejamiento, al menos temporal, del costado lo hayan potenciado sobremanera y
orientado mejor para hacer daño al rival entre líneas. Dejando claro, asimismo,
que su sitio idóneo debe ser por dentro, sin paliativos, y que desde ahí puede
ejercer sus funciones de verso libre sin suponer un problema posicional, puede
generar el caos sin ser caótico y puede reacomodar su anterior absoluta
libertad de movimientos para, poniendo de su parte como no ha dejado de hacer
desde su llegada, activar de forma sobresaliente toda la zona de tres cuartos
de su equipo, sin que este ceda escalones en su construcción del juego, ni deje
de hacer circular la pelota hacia las bandas y de estas hacia el centro, para
mover defensas y asentar posesiones cuando el contexto así lo requiera.

Es cierto que Ryad Boudebouz no tiene la
constancia, ni el acierto extremo, ni la lucidez totalmente determinante de los
más grandes, porque si no estaríamos hablando de un absoluto crack diferencial
de la Champions League y no de un internacional con Argelia en vez de con
Francia, muy lejano a la dimensión verdiblanca, pero sí que es, sin duda, un
argumento por sí mismo para pagar un abono o una entrada, el paradigma de la
alegría dentro de un fútbol alegre como el que estamos viendo y el oh más
sonoro por parte de la grada, aunque alguna que otra vez tenga la cabeza en
los pies -nunca mejor dicho- un poco más de la cuenta. Su productividad, su
determinación y su rendimiento, una vez asentado en la estructura táctica de
Setién, no puede hacer otra cosa que crecer y crecer, hasta el punto de tratar
de ser uno de los selectos nombres propios del tramo final del presente
campeonato liguero. Por potencial no será. Yo apostaría mi exiguo patrimonio
por ello.

Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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