El punto de anclaje definitivo

Sergio
Busquets es un ancla. Encaja perfectamente en la descripción de esta pieza
encargada de asegurar la fijación de una obra, para que los demás no tengan que
preocuparse por la fuerza o empuje a la que está sometida. El ‘5’ azulgrana es
el eje que sostiene, amarra y equilibra esa disposición táctica sobre el campo
que conocemos como ‘sistema de juego’. Al igual que el objeto en cuestión,
juega su papel por debajo de la superficie mediática en la que habitan otros.
Se mueve sin necesidad de destacar ni estar cerca de los focos, pero jugando un
papel clave y sin el cual sería imposible lograr la estabilidad de la que goza
nuestro barco.

El
jugador badiense está educado, curtido y diseñado para portar y gestionar una
carga externa, que a veces se presenta en forma de delanteros que no se
involucran en tareas defensivas, de centrocampistas que tras una acción de
ataque aún están en el área y llegan tarde al repliegue, de laterales que han
dejado huérfana una zona a la que hay que ofrecer cobertura, de defensas
centrales que necesitan un apoyo para iniciar el juego desde atrás… En todos
estos casos y en muchos otros, Sergio se encarga de impedir que la estructura
del equipo tenga problemas para mantener la estabilidad o, directamente, sea
arrastrada a la deriva.

Sergio
Busquets es un ancla. Permite a un transatlántico futbolístico, comandado por
un capitán argentino que lleva el ‘10’ a la espalda, poder fijar su posición en
el mar del Camp Nou y presentar su capacidad de alto funcionamiento y eficacia al
servicio de los pasajeros. El punto de anclaje que ofrece el canterano, excelso
representante de la inagotable cantera de centrocampistas culés, permite y
facilita el tránsito y el trabajo del grupo de personas que están a su
alrededor. No solo esto, sino que con su inteligencia consigue que la
tripulación de jugadores no tenga que preocuparse por la corriente que puede
generar el ataque rival, evitando cualquier atisbo de agitación en las
(habitualmente) tranquilas aguas de Marc André Ter Stegen.

El
ancla, entrando ya en su vertiente más social, representa también la parte
estable del ser humano: aquello que te permite guardar serenidad y calma ante
la oleada de sensaciones y sentimientos que pueden acontecer a tu alrededor. Todos
tenemos un ancla interior, con la diferencia de que no todos somos capaces de
fijarla con la misma facilidad. Busquets es también un privilegiado en este
aspecto, ya que cuando el fuerte oleaje se apodera de un tramo de partido del
FC Barcelona, aparece él para atar cabos y ofrecer la pausa necesaria para que
toda situación descontrolada pueda volver a la calma. Sin ser el más fuerte ni
corpulento, es capaz de detener y retener el barco para proponer, una vez arrancado
de nuevo, una navegación más tranquila y acorde a lo que necesita el entrenador.
Su firmeza, solidez, tranquilidad y fidelidad nos devuelven a un punto de
partida en el que todos nos sentimos cómodos, en el que podemos mirar al
horizonte con relativa calma. Un horizonte donde encontramos paz y un amanecer
en forma de partidos ganados, de conquistas, de títulos.

Sergio Busquets es el mejor
punto de anclaje del planeta. El prototipo definitivo, el más avanzado del
mercado y el resultante de muchos años de evolución de un modelo de juego único.
Un modelo sobre el que, pese a tener esperanzas de que va a seguir siendo
referencia en el futuro, conviene empezar a analizar la dificultad de que nos pueda
subministrar otro jugador como él. Porque estoy (prácticamente) seguro que nunca
veremos a un pivote defensivo tan capaz de interpretar a la perfección qué
hacer, cómo hacerlo y en qué momento hay que hacerlo. Igualmente, dudo que
nunca veamos tanta inteligencia táctica sobre un terreno de juego, porque nunca
presenciaremos tanta anticipación, técnica y labor posicional juntadas de forma
tan sincrónica en un mismo jugador. Porque aunque la idea de un futuro más
rutilante como club nos venga a la cabeza de vez en cuando, hay que empezar a
ser conscientes y a aceptar que jamás veremos a nadie como Sergio Busquets.