Basta con plantar la vista exclusivamente sobre él durante un par de partidos para darse cuenta de que, pese a sus 20 años, Nicolò Barella es uno de esos escasos futbolistas que entienden, conciben, pergeñan y ejecutan el fútbol a 360 grados de una forma natural, prácticamente innata. La aparición del chico del Cagliari y de Cagliari surge a la estela de la nueva oleada de jóvenes centrocampistas italianos en equipos del más alto nivel, representada por Benassi, Gagliardini, Pellegrini y Locatelli, aunque con otros nombres propios en un escalón inferior como Cristante o Mandragora.
Un grupo en el que Barella puede presumir de ser el jugador más compacto de todos a nivel potencial, por la aleación físico-técnico-táctica de sus aptitudes y por esa capacidad de entender el juego como un conjunto de una forma tan fluida y tan completa para su edad. Barella domina y ejecuta ya varios registros, tales como un excelente control de pelota, dominio del giro para casi nunca perderla, capacidad de piernas para cubrir amplias porciones de terreno, un buen sentido de la anticipación y del tackling, un fantástico pie derecho para el desplazamiento en largo y talento para romper líneas mediante el pase vertical o la conducción.
Ese valioso cúmulo de características le permite poder posicionarse y poder ser protagonista en cualquiera de las posiciones del centro del campo, ya sea como pivote único o acompañado, como interior zurdo o como interior diestro. Esta última, la posición en la que parece encajar mejor en estos primeros compases de su prometedora trayectoria, siendo un jugador que todavía no se ha adscrito a un rol concreto, ya que en una estructura inestable como es la actual medular del Cagliari está siendo requerido para ejecutar todas sus virtudes en todas las demarcaciones -de iniciador a centrocampista enfocado a pisar área, pasando por un clásico ‘box to box’– en función de la necesidad puntual.
A falta de conocer al cien por cien cuál es su perfil específico predilecto, Nicolò Barella es cada jornada más consciente de su global dominio posicional, la pide y ordena constantemente y guarda dentro esa pausa tan envidiada para saber elegir bien siempre -aunque todavía esté por pulir-, especialmente en una fase intermedia de la maniobra ofensiva. Sin embargo, su ímpetu todavía le provoca correr más metros de los necesarios y cometer algún que otro exceso recurrente en conducción, pese a adivinarse en él a un llegador interesantísimo cuando se sitúa como el interior más avanzado de su equipo, lo que provoca que no sea del todo constante a la hora de seguir a su marca cuando le toca correr hacia atrás.
Pese a ello, es un trabajador incansable, aguerrido, ejecutor de uno de esos pressings constantemente pegajosos, que le hacen ser ya, unido a su lectura de las situaciones, en uno de los mejores recicladores tras robo de toda la Serie A. Una virtud que le convierte en adaptable -y casi ideal- para equipos que realicen un juego ofensivo directo y potencien esa presión alta, contando a su vez con un valioso gestor del juego y de su zona en ataques más posicionales. He ahí la gran diferencia -sus dotes más cerebrales- con un Radja Nainggolan, el último gran jugador lanzado por el conjunto sardo, con el que los tifosi del Cagliari ya han comenzado a compararle.
«Barella tiene resistencia, raza. Es un Dunga con los pies de Rui Costa. Le hace falta otro año en Cagliari, después estoy convencido que estará preparado para irse a un grande». Así lo definía Massimo Rastelli, el ya exentrenador del Cagliari. Barella es una promesa con el aspecto de un centrocampista maduro. Es un futbolista físicamente muy estable, con un centro de gravedad muy bajo y un tren inferior potente, lo que le permite, unido a su técnica, ser tan completo, despegarse fácilmente de marcajes, dar mucho aire y descongestionar a su equipo tras zafarse de ellos, y ser tan ávido y sagaz para el quite. Por el contrario, hoy día, aún es un centrocampista indefinido, como la idea general de su equipo. Un contexto que le permite mostrar en cada partido un amplio catálogo de virtudes, exaltar su dinamismo, pero no asentar y acotar su hiperactividad y buen hacer actuales en una zona demasiado amplia y dispar como para pensar en que esa intensa polivalencia halle sostenibilidad en el medio plazo.
Desde el mítico Gigi Riva nadie tan joven acudía desde Cagliari a una convocatoria de la selección. Es cierto que lo hizo debido a las bajas de Ventura en la parcela ancha y que no llegó a debutar, pero no es menos cierto que su citación no ha sido para nada fruto del azar o de una fútil y mera proyección, sino justificada por el amplio abanico de su juego y fruto de su buen hacer en un equipo sin grandes referentes en el que Barella ya puede ser considerado su faro. Además de todo ello, lo que más destaca en su fútbol es la personalidad y la velocidad de ejecución con la que realiza todos sus movimientos. Motivos sobrados, en su conjunción, para que todos los grandes del Calcio ya se hayan lanzado a preguntar por la nueva perla italiana.
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