El pensamiento y sentimiento extremista se impone en un mundo globalizado e hiperconectado. La población prácticamente tiene acceso a cualquier información y, por tanto, adquirir una mirada más completa y universal debería ser el camino a seguir. No solo podemos leer lo que los altos mandos quieran, o la línea editorial con la que más de acuerdo estemos, sino que el número de aristas sobre cualquier temática se ha multiplicado de tal forma que los grises pesan más que el blanco o el negro. ¿Si puedo acercarme a la verdad del otro, terminaré modificando la propia?
En el fútbol, por supuesto, los extremos también marcan la diferencia de tal forma que si te gusta Piqué, tienes que odiar a Ramos como poco. Si no es así, no eres un culé de verdad. Este ejemplo se extrapola a cualquier equipo, jugador y categoría del fútbol mundial. Pero vamos a quedarnos con estos dos nombres. Dos futbolistas que juegan en el Barcelona y Real Madrid, respectivamente, cuya rivalidad histórica es evidente y de las más pronunciadas y que, además, no parecen compartir la misma línea política.
La unión extrema
En base a estos argumentos, a nadie le extrañaría que lo de llevarse bien entre ellos no formara parte de su relación. Ambos ocupan los polos opuestos en el sentir y en el pensar y, sin embargo, juegan en la misma posición en el terreno de juego, comparten infinidad de títulos con sus clubes y han alzado a la Selección Española a lo más alto. Tan diferentes y tan iguales, su grata conexión en el campo ha quedado fuera de duda.
Frente a todo pronóstico, vivir aparentemente en orillas completamente separadas les ha convertido en amigos. Se puede convivir así. ¿Algún mal gesto? ¿Alguna que otra palabra de más? Por supuesto. Que levante la mano quien nunca haya discutido con una persona cercana. Quizá Piqué y Sergio Ramos no queden a cenar todos los meses –o sí y no lo sabemos–, pero se han asociado y van a formar un nuevo negocio, algo que les hará estar más pendientes el uno que el otro. Ya no solo obligación; ellos así lo han buscado y querido.
No tienen que soportarse o sufrirse el uno al otro, sino ser uno y otro, con sus diferencias y sus similitudes. Y pueden ser juntos, pese a que nazcan en extremos. «Con Sergio Ramos tengo una relación fenomenal. Ojalá la veáis algún día», zanjó Piqué. Los futbolistas se han explicado, se han entendido y cada uno ha dado a conocer su verdad. Al final, no han modificado la suya, pero ese acercamiento les ha alejado de los extremos para aprender a vivir entre los grises, donde al odio se le resta importancia para dar paso al entendimiento y la razón.
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