Nacho GONZÁLEZ – El negro presente que vive el motociclismo de velocidad en Estados Unidos contrasta con su brillante pasado. Su futuro pintaba gris, como poco, hasta que uno de sus grandes iconos ha recuperado su vieja paleta de colores, dispuesto a dibujar un nuevo arcoíris en un país donde las barras han sepultado a las estrellas en lo referente al mundo de las dos ruedas.
Su nombre es Wayne Rainey.
La historia de los norteamericanos en el Mundial es de sobra conocida. Pasaron tres décadas totalmente ajenos a lo que sucedía en él; y, cuando por fin desembarcaron, lo hicieron a lo grande: arrasando a los pilotos europeos.
Pat Hennen abrió la veda en 1976, y dos años más tarde Kenny Roberts irrumpió en el medio litro, abriendo la puerta a una de las generaciones de pilotos más talentosas que se recuerdan: Randy Mamola, Freddie Spencer, Eddie Lawson, Kevin Schwantz, Wayne Rainey y John Kocinsky. Excepto Mamola y Kocinsky, los otros cinco forman parte del selecto club de las ‘MotoGP Legends’.
Fueron siete pilotos que elevaron al motociclismo norteamericano a los altares de la historia del Mundial, donde todavía resisten pese a la pertinaz sequía que asola sus vitrinas desde 1993, donde las pequeñas lloviznas (Kenny Roberts Jr. y Nicky Hayden) apenas han conseguido aplacar la sed del país del ‘dirt track’, que no hace mucho vio cómo su nueva fuente (Ben Spies) se secaba apenas llenado el primer vaso.
En total, Estados Unidos suma 173 victorias, conseguidas por apenas doce pilotos (por ejemplo, tanto Japón como Alemania acumulan 172, pero los nipones han visto levantar los brazos a 32 compatriotas, por 26 de los germanos). 154 han sido logradas en la clase reina; y, a excepción de las doce últimas, todas fueron conseguidas entre 1976 y 1994:
La lectura de tan curiosos datos es sencilla: cuando quieren, pueden. Sin embargo, la velocidad vive sus horas más bajas en el AMA estadounidense. Y es aquí donde aparece la figura de Wayne Rainey.
El anuncio de la retirada de Colin Edwards, las dudas que planean sobre el futuro del ya veterano Hayden y el anuncio de Caterham de sustituir a Josh Herrin por el tailandés Ratthapark Wilairot para lo que queda de año han terminado por enrojecer unas alarmas que ya llevaban demasiado tiempo flirteando con el naranja.
La idea es sustituir, en 2015, el obsoleto AMA -gestionado por DMG (Daytona Motorsports Group)- por el nuevo y aseado ‘MotoAmerica’; cuyo nacimiento tendrá lugar al amparo del AMA y la FIM, promocionado y gestionado por KRAVE Group LLC, con Rainey a la cabeza.
Todavía con más dudas que certezas, la idea original es adecuar el formato del nuevo nacional estadounidense a las peculiaridades del Mundial; por lo que probablemente incluya las categorías de Moto3 y Moto2, con la idea de facilitar a los emergentes talentos estadounidenses su desembarco en las categorías homónimas mundialistas.
Aunque el propio Rainey ya contó con su propia estructura en el Mundial después del desgraciado accidente sufrido en 1993 que le postró en una silla de ruedas; lo cierto es que desde que Kenny Roberts (senior) claudicó en 2006 en sus intentos de competir de tú a tú con las marcas oficiales de la clase reina –tanto con Modenas como cono Proton-, las iniciativas para relanzar el motociclismo estadounidense brillaban por su ausencia.
Por eso, Rainey ha dicho basta. La reconciliación de Kevin Schwantz con el circuito texano de Austin fue un paso en la buena dirección, y la creación de ‘MotoAmerica’ pretende seguir sus pasos.
Que nadie espere ver a un prodigio estadounidense desembarcando en MotoGP a corto plazo. La tarea se prevé lenta y difícil, y probablemente los resultados tardarán años en llegar.
No obstante, la realidad es que el Mundial necesita a Estados Unidos más de lo que Estados Unidos necesita al Mundial; y que Wayne haya decidido invertir su tiempo en recuperar a sus compatriotas para la causa es un hecho digno de alabanza. El sentimiento del motociclismo es unánime:
“Welcome (back), Mr. Rainey”
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