Carlos HERNANDO – Después de una temporada donde saltaron las alarmas, donde los resultados no acompañaban a la dinámica del club de los últimos años, iba Totò y anunciaba su retirada del fútbol profesional. Del bianconero pasamos a estar totalmente pálidos. Pero fuimos recuperando color, las pulsaciones tornaron a su ritmo y el equipo pareció enderezar el rumbo, siempre al mando del capitán Di Natale, que aceptó seguir una temporada más en Friuli, su casa, su todo.
Se cumplen diez años desde el fichaje de Di Natale. Un decenio desde que arribó un joven, medio imberbe, sin nombre ni fama. ¿El precio? Cien mil euros. Hoy nadie sabe por cuánto se ha podido multiplicar su valor. Aquí creció a base de goles, de victorias, alegrías y derrotas, de rumores y ofertas de los más grandes del mundo, pero él quiso madurar en Friuli. Sus raíces se extienden hasta lo más profundo, arrasando los cuatro puntos cardinales de la región de Friuli.
Esta temporada Di Natale alcanzará los 200 goles con el Udinese. Ya nos ha dado 189 alegrías, 189 ocasiones de estar orgulloso de él dentro del campo. Simpático siempre en el verde, se mueve en el fuera de juego como nadie, lucha y examina a fondo la habilidad de los linieres y casi siempre se sale con la suya. Paciente con su equipo, perfecto definidor, oportunista ante el fallo rival y saqueador de goles.
Los dos últimos goles son unos milimétricos calcos de lo último descrito. No conoce amigos, ya sea el equipo que le catapultó al lugar donde se consagró en la Serie A, el siempre prueba las redes rivales. En el primero de este fin de semana demostró la capacidad para definir en décimas de segundo. Tiene la jugada en la cabeza, los tres palos en la mente y el gol en su visor.
El segundo tanto es de auténtico pillo. La mayoría de los delanteros hubiesen vuelto a trote, él no. Y es que no es la primera vez que anota así. En su cabeza ya se presentaba la posibilidad del fallo de la zaga y así fue. Ni el cuchicheo de todo Friuli alertó al rival de la posición de Di Natale. Lo que sucedió después ya es conocido por todo el mundo porque no perdona. Él no.
Solo nos queda disfrutar de su decisión. Tenemos 37 jornadas para divertirnos con él, para enfadarnos cuando encaje a nuestro equipo y darle las gracias cuando sus goles nos beneficien de algún modo u otro. Su historia y su vida residen en la Serie A, pero su legado no tendrá caducidad ni límites.
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