Dentro de un mes se cumplirán 4 años del trágico accidente de Angrois. Entre las numerosas víctimas se encontraba Juanan, un tuitero madridista que perdió la vida ese fatídico día. Juanan no pudo ver al Madrid ganando la décima Copa de Europa que tanto ansiaba, pero gracias a Arbeloa estuvo presente, en forma de camiseta con ese Live Forever de Oasis que tenía como foto de perfil. Este fue uno más de los muchos gestos que tuvo Arbeloa durante su etapa madridista, en la que demostró que a veces no hace falta llevar un brazalete en el brazo para ejercer como un auténtico capitán.
Las últimas marchas del Real Madrid se recuerdan con malas maneras y rencor, con jugadores que no saben irse de la mejor forma. Esto fue totalmente distinto con Álvaro, que se fue por la puerta grande de la casa blanca, como los auténticos ídolos. La diferencia de Arbeloa con alguno de sus compañeros es que para Álvaro los intereses del Madrid han estado por encima de todo.
Arbeloa no decidió quedarse a quejarse por la falta de oportunidades, cogió la maleta y llegó a Liverpool, previo paso, por Coruña, para volver convertido en uno de los grandes laterales del mundo al Real Madrid. Muchos son palos que le han llovido, tildándolo de mal jugador, pero hasta la explosión de Carvajal y con la reconversión de Ramos a central, no hubo un lateral derecho español que hiciera sombra a Arbeloa. Un tipo trabajador, dentro y fuera del campo, donde iba a entrenar hasta en los días libres. Un auténtico soldado, que aceptaba las ordenes a rajatabla de su sargento, por eso se ganó el respeto de entrenadores que premian tanto el trabajo como Benítez o Mourinho.
Arbeloa es un espartano que querrías contigo cuando te fueras de cena al infierno. Como dijo Xabi Alonso, su compañero en mil batallas, «Siempre te querré en mi equipo». Álvaro ha hecho gala de su madridismo hasta el último día declarando que nunca llamará al club para pedir, sino para ofrecer. Es cuestión de tiempo que los destinos de Arbeloa y el Madrid se vuelvan a cruzar, mientras tanto vivirá siempre en el corazón de los madridistas, que solo pueden decir «Gracias capitán y ¡Hala Madrid! (hijos de puta)”.