16 años lleva Francia, una de las mayores potencias de la historia del tenis y nación organizadora de uno de los cuatro Grand Slams de la temporada, sin ganar la Copa Davis. Demasiado para un país que respira tenis por todos sus rincones, con hasta siete torneos a lo largo del curso entre sus fronteras y con una de las mejores generaciones de jugadores de su historia aún en liza.
Corría el año 2001 cuando el país galo levantaba su novena Ensaladera -la tercera con el formato moderno, instaurado en 1972-. El héroe en la hierba de Melbourne era Nicolas Escudé, un tenista que no llegó a entrar siquiera en el top-15 y que jamás pisó una final de un gran torneo, pero que encontró en esta competición el gran aval de su carrera deportiva, batiendo a Lleyton Hewitt, por entonces número 1 del planeta, en un duelo clave por el título.
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Han pasado muchos años desde entonces y los galos siempre han estado en las quinielas a cada inicio de temporada para volver a levantar el título. Tres finales han jugado en este periodo tiempo, con derrotas de diferente sabor: la primera, al año siguiente del último trofeo, cuando cayeron en París-Bercy en un vibrante quinto partido entre Youzhny y Mathieu, que dio la victoria y el primer título de su historia a los rusos; la segunda, en 2010, en el Belgrado Arena, cuando Troicki fue el héroe balcánico al derrotar a Llodrà en otro quinto punto, habiendo hecho Djokovic sus deberes previamente; y la más reciente, y quizás también la más dolorosa, fue la de 2014, en la que pese a jugar en casa, y en una pista de tierra batida anti-Federer, no consiguieron frenar a la Suiza de Roger y Wawrinka.
La situación en 2017 parece más favorable para los intereses de Francia. Las cinco últimas naciones campeonas de la competición -España, República Checa, Suiza, Gran Bretaña y Argentina- están ya eliminadas. Quedan liza equipos algo inexpertos como la Bélgica de Goffin o la Australia de Kyrgios, que convierten el duelo Francia-Serbia, que se disputará del 15 al 17 de septiembre en territorio galo -aún sin superficie confirmada-, en una eliminatoria decisiva para conocer el nombre del nuevo campeón.
Djokovic, que ya ha acudido a las dos primeras rondas de Serbia, en parte para quitarse el mal sabor de boca que le está dejando el inicio de la temporada, volverá a ser de la partida, salvo contratiempo, y eso es lo que complica el sueño del equipo capitaneado por Yannick Noah. Ahora bien, el arsenal y profundidad de plantilla de Francia es superior al de Serbia, y al de cualquier equipo en el mundo, aunque ello no se haya traducido en títulos en la última década y media.
Estamos hablando de una generación, la francesa, que ha contado con hasta cuatro jugadores top-10 en los últimos tiempo –Tsonga, Gasquet, Simon y Monfils– y que tiene a un quinto –Pouille– que llama a la puerta de ese escalafón en la élite. Sería imperdonable que esta generación fantástica, la mejor en la historia reciente de Francia, se quedase sin ganar la gran competición por equipos del tenis. Y viendo la edad de muchos de ellos, con los cuatro jugadores previamente citados ya inmersos en la treintena, algunos como Simon o Gasquet en clara dinámica descendente, quizás 2017 sea la última oportunidad.