Enrique JULIÁN GÓMEZ – Que les hablen a los ciclistas del Tour de Francia de etapas de transición. Tras la disputa de la última jornada en Inglaterra con el final en Londres, la carrera disputaba en su cuarta etapa la primera en tierras francesas. Tras la paliza del traslado para cruzar el Canal de la Mancha, estaba previsto recorrido llano por el norte, hasta la localidad fronteriza de Lille.
Apenas se habían disputado tres kilómetros cuando Chris Froome, vigente campeón y gran favorito para repetir victoria en el Tour de Francia, cayó a plomo al suelo en la parte izquierda del pelotón. Con numerosos y visibles rasguños y magulladoras en rodilla, cadera, codo y muñeca, el inglés de origen keniata continuó en carrera, sin más heridas de gravedad. Froome pudo sobrellevar por hoy el susto del golpe y el dolor, pero habrá que ver hasta qué punto puede afectarle esto en la decisiva etapa de mañana en el pavés de la Roubaix.
Por lo demás, el día siguió el guion habitual. Escapada de inicio, esta vez formada por el español enrolado en Cofidis Luis Ángel Maté y el siempre combativo Thomas Voeckler y calma relativa en el pelotón. Solo un arreón de Cannondale provocó un corte en el grupo principal, dejando descolgados a ciclistas como Joaquím Rodríguez, Kwiatkowski, Demaré, Coquard o Pinot. Falso aviso de abanicos por el viento, pero hay que estar atentos. Que se lo digan a Valverde.
Así se llegó al sprint final, el tercero en cuatro días. Y el tercero con victoria de Marcel Kittel, que consigue su particular hat-trick, hablando en términos futbolísticos. Porsev, campeón ruso y lanzador de Kristoff, dejó al noruego, vencedor de la última Sanremo, solo en cabeza demasiado pronto. Realizó un sprint largo pero fue remontado en los últimos metros por el gigante alemán, que tras aprovechar la ingenua rueda de Renshaw, consiguió alzar los brazos de nuevo. Imbatible. Demaré fue tercero, por delante de Sagan y Coquard. Y un día más, sin noticias de Greipel.
Mañana, primera gran etapa decisiva del Tour de Francia, con los adoquines. Se recorren, en sentido contrario y de manera parcial, algunos de los tramos del 'Infierno del Norte', la París-Roubaix. Concretamente los ciclistas deberán superar 15,4 kilómetros de pavés en nueve tramos diferentes, situados en los 70 kilómetros finales de etapa, el último de ellos a 6,5. Día para clasicómanos como Cancellara, Terpstra, Vanmarcke, Demaré o Sagan de vencer la etapa o incluso vestir el amarillo, sucediendo a Thor Hushovd, que venció aquí en 2010. Y día duro para los grandes favoritos a la victoria final: más de uno puede perder sus opciones.
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