Cuando terminó el año 2014, daba la sensación de que Michal Kwiatkowski iba a ser uno de los ciclistas totales y del presente del futuro. Entonces tenía 24 años, comenzó la temporada ganando en Mallorca y Algarve, brillando en la icónica Strade Bianche -por delante de Sagan- y la terminó venciendo el Mundial en Ponferrada.
Desde entonces, solo ganó tres carreras. De nivel eso sí: el prólogo de París-Niza 2015, la Amstel Gold Race 2015 y la E3 Harelbeke en el pavés belga. Victorias de mérito indudable, en diferentes terrenos. Pero un bagaje escaso para un ciclista que, triunfos aparte, se mantuvo prácticamente desaparecido durante el resto de esos dos años.
Peter Sagan, también de la generación de 1990, ya había empezado a brillar mucho antes, con apenas 20 años, en un alarde de precocidad. Tras numerosísimos triunfos, su primera victoria en una clásica llegó en la Gent-Wevelgem 2013. Luego, se ha convertido efectivamente en el ciclista más completo del pelotón, ganando entre muchísimas carreras, el Tour de Flandes 2016 -su primer monumento- y los dos últimos mundiales, en Richmond y en Doha.
Ahí estaban, mano a mano en el último golpe de riñón de la Milan-Sanremo. Sagan y Kwiatkowski, eslovaco y polaco, dos ciclistas que, coetáneos, llevan enfrentándose desde juveniles. La carrera de ambos no tiene punto de comparación si de éxitos hablamos. Pero el 2017 está dando esperanzas para que este duelo se convierta en habitual durante el próximo lustro.
Esta temporada, Michal está recuperando su mejor versión, que algunos ya habían perdido la esperanza de volver a disfrutar. Su segunda victoria en Strade Bianche, brillando en una carrera espectacular, supuso su despertar definitivo. Peter, por su parte, a su ritmo: en el último mes, con su nuevo equipo Bora, ha ganado la Kuurne-Bruselas-Kuurne y dos etapas en Tirreno.
Así se llegó a la Milan-Sanremo, primer monumento del año, casi 300 kilómetros. La carrera no dio mucho de sí hasta la parte final del último ascenso, al Poggio, a las puertas de Sanremo. Peter Sagan, siempre con la vitola de favorita, podía haber esperado al sprint, capaz de enfrentarse a monstruos de la velocidad como Degenkolb, Kristoff, Demare, Bouhanni o Gaviria. Pero no es su estilo.
Sagan rompió el pelotón y con él se marcharon Michal Kwiatkowski y Julian Alaphilippe, dos años más joven pero de perfil muy similar al de ambos. Ya no les volvieron a ver hasta meta.
Así se llegó a ese último golpe de riñón. Peter Sagan lanzó el sprint, posiblemente demasiado pronto. Kwiatkowski remontó, se puso en paralelo ante algún bandazo del eslovaco y a su altura. La rueda de Michal cruzó antes la meta. Kwiatkowski consiguió así su primer monumento en Sanremo, que todavía se le resiste a Sagan.
Peter Sagan no es sospechos, y no caben dudas de que mantendrá su nivel pase lo que pase, en cualquier situación y terreno. Si Michal Kwiatkowski decide mantenerse y no volver a su cueva, este será el duelo en las clásicas, no solo del futuro, sino del presente.