El 27 de octubre de 1954, el estadio Artemio Franchi de Florencia ya estaba allí, aunque todavía no se llamase así. Ese día, Fiorentina y Pistoiese se enfrentaban en un partido de carácter semiamistoso, válido para uno de los campeonatos precedentes del actual formato del Torneo Primavera que se gestaron en la época. Un encuentro destinado, por tanto, al más profundo olvido de la historia.
Este tipo de partidos eran juegos habituales que se disputaban entre semana y en los que los equipos de primera categoría utilizaban a juveniles y a los futbolistas menos utilizados en Serie A contra otros conjuntos de las mismas características o contra clubes más modestos, de tercera o como en este caso, de cuarta categoría, como la Pistoiese por aquel entonces.
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Pese a la modesta particularidad del partido, alrededor de diez mil espectadores se distribuían por las gradas del Estadio Comunale florentino para ver, sin aun saberlo, al grueso de jugadores viola que, menos de un par de años más tarde, serían la base del equipo campeón del Scudetto de 1956. A los pocos minutos del inicio del segundo tiempo del duelo toscano, el público dejó de centrar su mirada en lo que ocurría en el césped y su propio rumor atónito, junto al zumbido que se escuchaba, llevó a los jugadores a hacer también caso omiso del juego para pasar a señalar y mirar detenidamente el cielo.
Allí arriba, frente a la actual curva Fiesole y durante más de diez minutos, una veintena de objetos voladores de diversas formas redondas y ovaladas formaban de repente por encima del estadio, dibujando trayectorias entre oscilantes y zigzagueantes para el asombro total y el shock inolvidable de los allí presentes. Y del árbitro, obligado a detener el partido hasta la desaparición de los ovnis del horizonte visible, y que incluyó en el acta el literal de que el juego había tenido que ser detenido porque la presencia de algo desconocido en el cielo.
“Ese octubre, en Florencia parecía que se celebraba un congreso de platillos volantes por la cantidad de testimonios y avistamientos recogidos durante al menos una semana. Yo era redactor jefe adjunto de La Nazione y aquel día recibí cientos de llamadas de Florencia y de toda la Toscana. En la redacción, en el centro de la ciudad, el Duomo nos impedía ver con amplitud el cielo, así que decidí subir a la azotea y pude ver por mí mismo esas esferas luminosas pasar por encima de la cúpula del Duomo a tremenda velocidad. Algunos periódicos quisieron vender el argumento de la psicosis colectiva, pero era ciertamente complicado que un estadio entero, que diez mil personas viesen de forma imaginaria y al unísono la misma cosa” Giorgio Batini, al programa ‘Voyager’ de la Rai
El desconcierto general no hizo sino acrecentarse cuando desde el cielo comenzó a posarse sobre el césped y sobres las gradas una capa de filamentos fibrosos y blanquencinos, de una apariencia similar al cabello de ángel, que habían surgido de la nada y caído como lluvia sobre el estadio, y que al tocarlos con las manos, prácticamente se desintegraban como una especie de algodón de azúcar todavía más delicado.
Un estudiante de ingeniería, sin embargo, pudo recoger una muestra enrollándola en su bolígrafo y se la entregó al departamento de química de la Universidad, donde certificaron que la composición del extraño elemento estaba compuesta por silicio, boro, calcio y magnesio. La extraña precipitación, así como el avistamiento de los ovnis tuvo a la mayor parte de sus testigos oculares concentrados en el actual Franchi, pero hubo testimonios de ambas situaciones en diversos puntos a lo largo de buena parte de la Toscana, una zona históricamente muy activa en cuanto a este tipo de sucesos extraños.
«Recuerdo claramente este avistamiento increíble. Se movían muy rápido y luego se detuvieron. Todo duró un par de minutos. Sus formas me recordaron a puros, a cigarros habanos. Creo que eran extraterrestres. Eso es lo que creo, no hay otra explicación que pueda hacerme» – Gigi Boni, espectador del partido, para un reportaje de la BBC
Las teorías se dispararon. Desde una migración masiva de arácnidos voladores que recorren en cantidades exorbitantes miles de kilómetros y cuyas telas de araña generan una apariencia brillante en contacto con la luz del sol como el que hacía aquel mediodía de 1954, pese a que no coincidía con la citada composición química; pasando por afirmar que eran residuos de un sistema militar en pruebas y destinado a servir de revestimiento aéreo antirradares; hasta hipotetizar con rotundidad que se trataba de solidificaciones de restos disueltos en el aire provenientes de la contaminación de las fábricas textiles.
Creer o no creer. He ahí el eterno dilema de cada fenómeno ovni. Origen extraterrestre o secretos experimentos militares-estatales. Lo que ha quedado meridianamente claro es que más de seis décadas después todavía se desconocen las causas de que más de diez mil espectadores y dos equipos de fútbol presentes aquel día de octubre en el Comunale de Florencia -además del resto de testigos diseminados de forma más individual a lo largo de toda la región- presenciasen el partido que nunca podrían olvidar a lo largo de sus vidas: el Fiorentina – Pistoiese que los ovnis interrumpieron.
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