En los años dorados del Calcio, varios de los clubes italianos de segundo orden aprovecharon la efervescencia deportiva y económica para, a golpe de talón, intentar igualarse a los más grandes. Clubes como Sampdoria, Fiorentina, Parma o Lazio estuvieron muy cerca de ello. Siendo así que el Napoli se hizo con el campeonato de Seria A 89/90, la Sampdoria con el 90/91, la Lazio con el 99/00 y la Roma con el 2001/02. Todo esto, acompañado de varias luchas por el liderato y un dominio notable en las competiciones europeas en las que participaron. Sus plantillas se plagaban de futbolistas excepcionales. Pero no todos fueron aprovechados.
Fiascos de los candidatos al título
Daniel Passarella, Sócrates, Ramón Díaz… La AC Fiorentina rara vez escatimó en el talento extranjero. Como se esperaba, entrando en los noventa se convirtió en el aspirante que más pujó por presentes o esperadas estrellas de toda nacionalidad.
Desafortunadamente, muchos de los innumerables futbolistas que contrató alcanzarían su dimensión una vez habían vuelto a ser vendidos. De todos los pretendientes reales, el club viola fue, a largo plazo, el que peores resultados cosechó, tanto en Serie A como en Europa, siendo el subcampeonato de la UEFA 89/90 y un tercer puesto en la competición doméstica de 1998/99 sus cotas más altas. Difícil saber si esto fue la causa o el efecto de tanto crac frustrado.
Aquel año de 1989 llegó Dertycia. Un delantero centro de 24 años procedente de Argentinos Juniors, avalado por ser el segundo jugador que más goles había marcado en su país durante los años ochenta. Las salidas del veterano Ramón Díaz un año antes y de Borgonovo en la temporada recién acabada, dejaron huérfana la dupla de ataque. Roberto Baggio necesitaba un compañero. Ahora, sería misión de ambos puntas asaltar los puestos altos de la clasificación. Baggio goleó, pero el argentino no pudo hacerse con el puesto, jugó 19 partidos y aportó unos pobres cuatro tantos. La buena participación en la UEFA perjudicaría el rendimiento en la Seria A, donde la escuadra acabaría doceava, a tres puestos del descenso. Dertycia y Roberto Baggio fueron vendidos.
Se fichó otro atacante, incluso con mayor categoría que Dertycia. Marius Lacatus, a sus 26 años, era junto con Hagi el mejor jugador de una Rumania que ya despuntaba. Había ganado la Copa de Europa de 1986 contra el Barça de Terry Venables, y en Italia ´90 su aportación fue esencial en la clasificación de los suyos hasta octavos de final.
Otra vez la Fiorentina fue un drama y acabó en mitad de la tabla. Lacatus, a menudo titular, jugó 21 partidos pero pudo sumar únicamente tres goles. Al año siguiente se marcharía al Real Oviedo. Llegaría Gabriel Omar Batistuta y la búsqueda del delantero centro ideal había terminado. Surgieron otras urgencias.
En la campaña 1991/92, para asistir a Batistuta y formar pareja junto al ídolo Dunga, aterrizó su compatriota Mazinho, con 25 años. Éste, tras crecer en el Vasco de Gama y triunfar con Brasil en las Copas de América ´89 y ´91, había sido indiscutible un año antes en un débil Lecce que acabaría descendiendo. Su evidente técnica e interpretación del juego no podía ser desperdiciada. Pero lo fue. Mazinho no encajó, visitó el banquillo más de lo esperado y finalmente sería vendido al Valencia, habiendo participado en 21 encuentros. Dos años más tarde conquistaría la Copa del Mundo de USA ´94, componiendo un eje en el medio campo con su antiguo compañero Dunga.
La posición de pivote la cogería Stefan Effenberg, un jugador temperamental e imponente que había sido indiscutible los dos años anteriores en el Bayern de Munich. Tenía aún 24 años, pero su figura se sentía sobre el césped. Su liderazgo fue requerido porque Dunga se iría junto a Mazinho, y el alemán se veía como la pieza idónea para el puesto vacante. Nada más lejos de la realidad. Effenberg fue indiscutible actuando por detrás de Brian Laudrup, que también se fichó, pero el equipo no funcionó. Tres entrenadores y numerosos cambios después, la Fiorentina acabaría descendiendo a final de la 92/93, y Effenberg regresando a Alemania.
A la par que el teutón arribaría Diego Latorre. El hábil atacante de 23 años no pudo arrebatarle minutos a Bastistuta y tampoco complementarlo. Pocos le recuerdan en Florencia. Jugaría dos partidos y sería vendido al Tenerife en 1993, donde coincidiría con Dertycia para sellar una era gloriosa sobre el verde del Heliodoro Rodríguez López.
En 1997, con el equipo otra vez asentado en Serie A de la mano de Claudio Ranieri y las botas de Rui Costa y Batistuta, se fichó a un extremo que causaba estragos en Europa con sus eléctricos movimientos pegado a la banda izquierda. Se trataba de Andrei Kanchelskis. Primero (y principalmente) en el Manchester United y luego con el Everton, la Premier League se le había quedado corta, aspirando a jugar en el campeonato con los defensas más competitivos del planeta. Llegó con 27 años y estuvo temporada y media, pero sus aportaciones nunca estuvieron cerca de las exhibidas en Inglaterra. Reserva desde que llegó, jugó 17 partidos en su curso completo y acabó regresando a Reino Unido. Nunca volvería a alcanzar su nivel.
Los dos últimos fracasos eran viejos conocidos de la afición española, aunque con sentimientos bastante diferentes. Guillermo Amor pisó primero Florencia, en la temporada 98/99 y con 31 años. Tras participar en el Mundial de Francia ´98, Louis Van Gaal no contaba con él. Ya había dado todo lo exigible en Barcelona. Su clase no se acopló al Calcio. Estuvo dos años, jugando 16 partidos en el primero y la mitad en el último.
Pedja Mijatovic no coincidiría con Amor, ya que llegó para la 2000/01, justo en la que el volante ex del Dream Team regresaba a España. Pero como él, fue fichado en su decadencia, ya cumplidos los 31 años. 13 partidos y un gol en su única temporada para el héroe de la Séptima.
La SS Lazio tuvo mejor suerte en cuanto a los éxitos alcanzados. De principio a fin de la década se movió en los primeros puestos de la clasificación, y el último año del siglo acabó por alzar la Recopa que ponía fin a esa misma competición.
El equipo de Dino Zoff, para la 29/93, contrató a un fenomenal media punta inglés del Tottenham y la selección cuyo físico no se correspondía con la superioridad que mostraba sobre los rivales. Paul Gascoigne llegó con 25 años a Italia. Estuvo tres temporadas, pero sólo fue titular la primera de ellas, única en la que se sintió realmente cómodo. Su último año con Zdenek Zeman en la dirección fue testimonial, y su salida al Glasgow Rangers en 1995 le permitió una nueva oportunidad, que no desaprovechó. En Escocia volvió a ser el que era, a exhibir virtudes, marcar goles y hacerlos marcar. Tanto que con la selección inglesa disputo la EURO ´96 en su país siendo el mejor junto a Shearer, en un equipo que sería eliminado en cuartos de final desde los lanzamientos de penalti, por una Alemania a la postre campeona.
En 1998, un equipo dirigido por Sven Goran Eriksson y con jugadores del calado de Nesta, Nedved o Boksic, finalizó séptimo en Serie A. Se decidió que el resultado se debía a la falta de talento creativo. Entonces se miró al FC Barcelona. Allí Van Gaal en su segunda campaña cerraba las puertas a Iván De la Peña. Un traspaso millonario y el genial centrocampistas de 22 años criado en La Masía acabó en Roma. Las ilusiones fueron exorbitadas, pero no tanto como lo serían las posteriores decepciones. De la Peña no pudo coger el tempo del juego italiano. Quizá le faltó confianza y minutos, o quizá solidez mental. Lo cierto es que jugó 15 partidos en su primer año y luego fue cedido al Olympique de Marsella y nuevamente al Barça -donde ya no estaba Van Gaal, sino Rexach-. Disputó un partido más con los de celeste en la 2000/01, y fue traspasado definitivamente.
La última mala inversión de enjundia, la materializó el Lazio con otro español, para la temporada 2001/02. Dino Zoff estaba al mando cuando se acometió la magra contratación del volante diestro Mendieta, que contaba con 27 años y venía de dominar dos Ligas de Campeones en el Valencia de Héctor Cúper (perdidas en la final). Sus características, más intensas y físicas que De la Peña, se adecuaban más al Calcio de inicios de siglo. Ni Zoff ni Zaccheroni sacaron lo mejor de él en un equipo que acabó sexto. Gaizka jugó 12 partidos y para el año siguiente fue cedido al FC Barcelona, donde realizó un buen año como carrilero.
La dominante UC Sampdoria de finales de los ochenta con Vujadin Boskov, Vialli y Mancini fue perdiendo fuelle a medida que se adentraba la nueva década, hasta acabar descendiendo a la B. Su competitividad bajó casi tanto como el nivel de sus apuestas. Para el curso 1993/94 Rud Gullit y David Platt, fichados al AC Milan y a la Juventus respectivamente, rindieron como se pedía. Aunque ambos llegaron con la ventaja de conocer la liga, Gullit lo hizo mermado físicamente y con 31 años. Pese a ello fue indiscutible e hizo 15 y 9 goles en las dos campañas que permaneció. El internacional inglés David Platt encontró su lugar en el Calcio. Se estrenó en el Bari, y tras fracasar en Turín en su primera experiencia al máximo nivel jugando sólo 16 partidos, permaneció dos años triunfales en Génova. Desde el centro del campo colaboró con 9 y 8 goles en una media de 27 partidos hasta 1995. Se fue al Arsenal con 29 años. Una vez retirado, regresaría a la Samp como entrenador, para sustituir a Spalletti en un equipo desahuciado que acabaría bajando en la campaña 1998/99.
Tras una dilatada y exitosa carrera en Francia y un paso por Méjico, el longevo mito camerunés Oman-Biyik probó un nuevo reto en la Serie A. Tenía 31 años, era capitán de Camerún y había jugado tres mundiales. Su bagaje no le valió para dejar huella en la Sampdoria, jugando únicamente seis partidos y no viendo portería. Montella y Signori le cerraron completamente las puertas. La de 1997/98 sería su exclusiva.
Comoquiera que la experiencia británica había salido bien, en 1998 se intentó repetir. La gloria del Manchester United Lee Sharpe, tras casi una década de diablo rojo y a la edad de 27 años, decidió vivir en un clima más apacible pero un campeonato igual de competitivo. La 98/99 fue la única que aguantó. Tres partidos y una cesión al Leeds, su triste aportación.
Por último, el Parma y la AC Roma también trataron de pescar en el fútbol español. En 1995 el Parma venía de ganar la Recopa ´93, la UEFA ´94 y llegar a la final de la última edición de ésta. Entrenado por Nevio Scala, contaba en sus filas con jugadores como Sensini, Dino Baggio, Zola o el colombiano Faustino Asprilla, y había finalizado segundo la Serie A, sólo por detrás de la gran Juventus de Lippi.
Con todo eso, para mejorar se aspiró al Balón de Oro´94, un Hristo Stoichkov que era el último damnificado de la profunda renovación del Barça de Johan Cruyff. Fue fichado con 29 años, siendo reciente máximo goleador del último Mundial. Consiguió arrebatarle el puesto a Asprilla, pero sus 23 partidos y 5 goles no fueron suficientes para ganarse la confianza de la directiva. Nevio Scala fue relevado por Carlo Ancelotti y Stoichkov regresó al FC Barcelona para la 96/97, ya con Bobby Robson.
La Roma por su parte miró a España para comprar producto nacional. Un joven de 22 años poco conocido por entonces llamado Iván Helguera actuaba en las filas del Albacete. Su paso por el Calcio se redujo a 9 partidos jugados. Luego, se convertiría en uno de los mejores centrales de los 2000 en el Real Madrid y la selección española.
Junto a él llegó otro central, más contrastado pero sin un estatus que le permitiese triunfar. Con 30 años, César Gómez fue fichado del Tenerife, donde había liderado la zaga del equipo de Valdano desde 1992. Zdenek Zeman tampoco confió en él, dejándole participar en sólo tres encuentros.
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