Estoy acostumbrado a leer y escuchar como porteros profesionales cuentan que ellos nunca habían querido ser porteros, o que habían empezado como jugadores de campo y, por circunstancias, habían acabado un día en la portería, de donde ya no se moverían jamás. Pero hay casos extraños, no soy profesional y nunca llegaré a serlo, pero me considero perteneciente a ese gremio de ‘locos’, que se dejan la vida por evitar que un balón entre en su portería. Además, yo siempre lo tuve claro, quería ser portero, y nadie me lo iba a impedir.
Lo recuerdo como si fuera ayer, yo tenía cuatro años y acababa de llegar a mi nuevo colegio, en Oviedo. A los pocos días de empezar, mis padres me dijeron que había un equipo de fútbol en el colegio, y quise que me apuntaran de inmediato. Pese a mi corta edad, ya era un ferviente seguidor de este maravilloso deporte. Unos días antes mis padres se quedaron sorprendidos cuando les dije que quería unos guantes porque yo iba a ser portero. Mi madre incluso se preocupó, porque ‘su niño’ iba a recibir más golpes que nadie, pero yo lo tenía claro.
Con el tiempo, mi decisión se hizo más firme, y, hasta el día de hoy, en el que tengo casi 21 años, mi opinión no ha cambiado, y sigo disfrutando jugando al fútbol, por supuesto, de portero. Mis referentes han sido muchos, desde Buffon hasta Valdés, pasando por Casillas o Cech. Mi pasión sigue intacta, y pienso continuar con ella hasta que mi cuerpo, y sobre todo mi cabeza, aguanten. Porque parece que no, pero la de portero es una posición muy sufrida.
No eres uno más, eres especial, incluso vistes de una forma diferente a la del resto de tus compañeros. Ríes solo, sufres solo, lloras solo, celebras solo… Es parte del ‘oficio’, tienes que ser muy fuerte mentalmente para soportar la soledad que te proporciona ser el último hombre del equipo. Eres el punching ball del equipo, si se pierde eres el culpable, y si se gana, los responsables son los que han metido los goles, tú no cuentas. Por ello, hay que tener un punto de ‘locura’ para poder ser portero. Tienes que ir al suelo, soportar golpes, y cargar con la responsabilidad del equipo.
Cuando se elige ser portero, tienes que asimilar una serie de circunstancias que se van a dar y que tienes que aguantar sí o sí, por ello, siempre es mejor elegir ser portero, que serlo por obligación o por necesidad. Asimismo, en ocasiones, tienes la fortuna de ser el salvador del equipo y llevarte la gloria, aunque solo sea por un día. Hoy en día, los niños quieren ser como Cristiano y como Messi. Eso es más sencillo, el trabajo es más secundario, dependes en gran medida del talento. Pero, para ser portero, el trabajo es algo innegable, hay que esforzarse mucho durante mucho tiempo para conseguir ser un buen portero.
El portero es especial, es el único que puede tocar el balón con las manos, hace cosas completamente distintas a las del resto de compañeros, y sus acciones son mucho más bellas que las del resto. Es un ‘oficio’ infravalorado, pero yo estoy orgulloso de lo que hago, y siempre lo estaré, porque yo sí elegí ser portero.