Si os digo que este artículo versará sobre un torneo de fútbol disputado por institutos japoneses, probablemente penséis que carecerá de interés, pero si acto seguido os cuento que de él han emergido jugadores de la talla de Shunsuke Nakamura, Shinji Ono o Keisuke Honda, y que en la final se suelen congregar cada año más de 50.000 personas, probablemente le déis una oportunidad.
Se trata del Japan High School Football Tournament, la segunda competición más antigua del país nipón, con permiso de la Copa Emperador, que cada año junta los últimos días de diciembre y la primera semana de enero a 48 equipos (uno por prefectura, excepto Tokyo que lleva a dos) para disputarse el cetro de campeón.
Descubrí esta competición en 2013 cuando Toyama Daichii se coronó campeón. La atmósfera que se respiraba en cada partido me absorbió. Cada partido rebosaba de emoción, pues los compañeros de clase acudían al estadio para animar a sus amigos que están sobre el césped, los grupos de animadoras de cada instituto agitaban sus pompones y los más fanáticos ondeaban banderas con el escudo y colores de su centro educativo. También los padres y familiares aparecían en el recinto a animar desde el minuto uno hasta el noventa a sus chavales que, quién sabe, quizá sacasen de esta competición un billete para unirse a uno de los grandes equipos del país. Además, es un torneo que rebosa talento ya que por él han pasado jugadores como los mencionados en el primer párrafo o, más recientemente, Yuya Osako y Gaku Shibasaki, quienes hace tan solo seis años estaban jugando estos partidos y ahora están en Europa y asombrando al mundo en el Mundial de Clubes, respectivamente.
Este año los encuentros arrancaban con la sorpresa de que Ishikawa Seiryo (el equipo en el que jugó Keisuke Honda) no había logrado clasificarse para las rondas finales a pesar de haber llegado lejos en las últimas ediciones, ganando incluso la de 2014. Por lo tanto, el rango de favorito iba a parar a Aomori Yamada, que comenzó goleando en sus primeros encuentros y que tuvo la suerte de no tener que enfrentarse a los equipos duros de su lado del cuadro como Higashi Fukuoka (campeón del último año) o Toyama Daichii (campeón de 2013), que cayeron sorprendentemente ante rivales que, a priori, eran inferiores a ellos.
Los de Aomori llegaron tranquilamente a la final donde se encontraron con Maebashi Ikuei, claramente el conjunto más fuerte de los que había en el otro lado del cuadro, y que había disputado una final en 2014 perdiéndola por 4-2 en la prórroga ante Ishikawa Seiryo.
Ante 50.000 personas en Saitama, el resultado final fue un 5-0, el mismo que el pasado curso, pero bastante engañoso porque Maebashi pudo ponerse por delante en varias ocasiones durante la primera mitad, pero la mala puntería les condenó a terminarla 2-0, pudiéndo haber sido fácilmente un 1-3. En el segundo periodo Aomori Yamda siguió encomendándose a uno de los mejores jugadores de la competición, Akihito Narumi, para meterle tres más a su rival (dos fueron de Narumi) y así finiquitar la final logrando el primer título de su historia.
Sin duda, sus compañeros de clase les estarán agradecidos, así como también Gaku Shibasaki, jugador que vistió la camiseta de este instituto y que, además de celebrar el título de Aomori Yamada, este año también ha celebrado el título de J-League y el tercer premio a mejor jugador del Mundial de Clubes. Y solo seis años separan ambos hechos. Este torneo rebosa de talento.