Un descenso de categoría. Una sensación inevitable de decepción, de desesperación. Emociones dispares en función de cómo se produzca, aunque el sentimiento de desazón es inquebrantable. Momentos tristes. Un resultado del desgaste producido tras cada jornada, un final que llegará, inevitable. Otros son aún más crueles, en el último momento. Carambolas inesperadas que suceden cómo final de una mala temporada. Diferentes formas de gestarse, pero un mismo desenlace, una frustración compartida. Aunque, entre tanta zozobra, unos pocos afortunados pudieron soñar desde el infierno.
La primera parada de esta serie de equipos milagro tiene lugar en 1973, se conmemoraba el 50 aniversario de Wembley y el estadio se llenó hasta los topes -95.000 espectadores- con sus gigantescas gradas de pie sin apenas un hueco. Entre un paisaje repleto de hombres con gabardina y sombrero, dos equipos se jugaban el título de la FA Cup. El Leeds United, uno de los equipos más laureados del momento, una de las potencias del fútbol inglés, se enfrentaba a un pequeño equipo pleno de humildad.
El Sunderland AFC de Sir Don Revie se había plantado en la final de la Copa tras eliminar a Reading, Manchester City o Arsenal, todo esto compitiendo en la Second Division. El ‘Dirty Leeds’ como se conocía al equipo de West Yorkshire no pudo dar la vuelta. Fue la primera vez que un club de Segunda ganaba la FA Cup -el WBA lo hizo en los años 30 pero era otro formato- y esto le daba derecho ir a Europa. Un recorrido de corto alcance, ya que fueron eliminados en la segunda fase de clasificación por el Sporting de Lisboa. Uno de los grandes logros de los Black Cats.
Sin cambiar de escenario, tres temporadas más tarde, tuvo lugar un episodio con el mismo contenido. El Southampton de la época pre-LeTissier, un equipo que había quedado sexto en Second division, veía como su historia cambiaba en una gloriosa tarde nublada en Wembley. Su rival en la final de la FA Cup era el Manchester United, un club de renombre y con jugadores de primer nivel europeo. Un encuentro marcado por la resistencia ‘numantina’ que los Saints demostraron durante la primera parte, ante un Manchester United que avasalló su portería sin acierto. Como una película infantil americana, el débil se impuso al coloso ante todo pronóstico. Bobby Stokes anotó uno de los goles más históricos del Southampton, en la recta final del partido.
Una gesta recordada en murales en las inmediaciones de St Mary’s, un gol que llevó al Southampton por Europa. Los santos tuvieron una intensa experiencia por el paraíso, entre los mejores equipos del momento. Fueron eliminados en cuartos de final ante el potente Anderlecht. Tras una derrota en tierras belgas por 2-0, The Dell -antiguo estadio del Southampton- se llenó de fervor para presenciar la vuelta. Los locales habían igualado la eliminatoria en la primera mitad -y un gol anulado a los Saints que sigue levantando polémica- pero a falta de cinco minutos, el Anderlecht anotaría el tanto que pondría final a una bonita historia por los cielos de Europa.
El West Ham siempre tiene un hueco entre las historias más bizarras del fútbol inglés. Los hammers no podían ser menos y también tuvieron un episodio de grandeza desde la categoría de plata. Un cuento de júbilo y pompas. Los de Green Street habían descendido a Segunda hace dos temporadas y estaban en plena construcción del equipo que les devolvería a la Premier. Antes de regresar a la élite, vivieron un episodio que fue el que marcaría su trayectoria. Un derby londinense en la final de la FA Cup en Wembley.
El Arsenal se desinfló las últimas jornadas, se quedó fuera de los tres primeros para concluir en esa dichosa cuarta posición – una plaza que sigue dando que hablar hoy en día-. Tenían ante sí la posibilidad de ganar un título importante e ir a Europa. El West Ham jugó con un gran pragmatismo, el gol de Sir Trevor Brooking a pocos minutos de comenzar fue suficiente para llevar la FA Cup al este de Londres -y ya de paso bautizar una grada de Upton Park con el artífice de este gol-.
En este momento dos grandes gestas se cruzan; una eliminatoria de ‘Davides’. La Recopa del 80/81 cruzó a dos equipos que llegaron hasta ahí tumbando a muchos ‘Goliats’. La historia del Real Madrid Castilla v West Ham United. El filial se clasificó para esta competición tras llegar a la final de la Copa del Rey, la cual perdería ante su superior, el Real Madrid. Un partido sin perdedor, solo un ganador de color blanco. El filial venció al conjunto londinense en el Santiago Bernabéu por 3-1 y fue eliminado en Boleyn Ground por 5-1 tras una emocionante prorroga. La intrépida aventura europea hammer llegaría a cuartos de final, donde fueron eliminados por el Dinamo Tbilisi. Al año siguiente el West Ham logró el ascenso completando unos buenos años para los irons.
Han de pasar veintidós años para vivir otro episodio de una heroicidad de semejante calibre. La protagoniza el Ipswich Town, el equipo de una ciudad situada al este de Inglaterra, al sur de Norwich. Un club con solera en su palmarés: una Liga, una FA Cup y una copa de la UEFA. Los tres ases de una vitrina de lujo para el equipo de una ciudad de 120.000 habitantes. Venidos a menos en los tiempos modernos, pero con la fortuna de haber protagonizado un episodio dorado en la temporada 2002/03. En este caso, no llegaron a la competición internacional por ser los vencedores de una Copa, su clasificación se basó por la norma del Fair Play: los equipos con un mayor índice de juego limpio irían a UEFA. Gracias a esta llamativa y olvidada medida, the blues se irían de gira europea, pese a haber descendido esa misma temporada a Championship. Su sueño fue cortado por el Slovan Liberec en la tanda de penaltis. El Ipswich se quedó a las puertas de entrar a la fase final. Lo que fácil viene fácil se va, pero siempre quedará recordado este bonito capítulo de su historia.
El fútbol inglés tardaría solo una temporada en vivir una de esos cuentos de tapa plateada. Una historia romántica que sucede de forma esporádica en el mundo del fútbol. En este caso, el protagonista sería el ogro de muchos cuentos, el Millwall. Ese equipo londinense que siempre hace ruido por asuntos no relacionados con el deporte. Aunque en esta ocasión, la rana se convertiría en príncipe.
Asentados en la Football League First Division- conocida posteriormente como Championship- el equipo de The Den logró llegar a la final de la FA Cup para medirse al Manchester United de Ferguson. La primera final de Copa de su historia ante uno de los primeros espadas del fútbol inglés. Una plaga de bajas y sanciones para la final hicieron imposible el poder alzarse con el trofeo. El Millwall perdió por 3-0 pero logró un codiciado premio de consolación, la clasificación para la fase previa de la UEFA’s Cup -el Manchester United se había clasificado para Champions y le correspondía al otro finalista el premio europeo-. Unas noches doradas para una afición con más decepciones que alegrías.
Una eliminatoria de gran intensidad entre dos hinchadas de lo más problemáticas; el Millwall vs Ferencvaros desprendía chispas entre su entorno. El primer partido tuvo lugar en The Den, un empate a uno que dejó regusto amargo para los aficionados en un encuentro donde las medidas de seguridad extremas evitaron altercados con los aficionados más radicales del Ferencvaros. La vuelta fue otro cantar. Cerca de 1000 aficionados ingleses se desplazaron a Budapest para acompañar a su equipo. Generalizar conlleva meter en el mismo saco a todo lo mencionado, pero la fama camorrista que acompaña a la hinchada lion es irrefutable. Todo indicaba que la vuelta iba a ser una jungla, y así fue.
Los aficionados más radicales del conjunto húngaro esperaron a los ingleses en varios tramos para asaltarlos. Las medidas de seguridad -caballos, vallas, escopetas y hasta sables- lograron detener algunos altercados, pero no todos. Varios detenidos ingleses -parte de la culpa fue de la cerveza, su amiga y enemiga- y un reducido número con heridas leves, se perdieron en directo la honrosa derrota de su equipo por 3-1. El final de una aventura europea que se clausuró con la destrucción de quioscos y bares tras el partido. El característico mal perder de los hooligans del Millwall.
La gloria también tuvo un apartado para un famoso equipo del centro de Inglaterra. El Birmingham, al que no le iban las cosas nada bien en la Premier League, logró llegar a la final de la Football League Cup, para enfrentarse al Arsenal. The Blues tenían jugadores de la talla de Foster, Ridgewell, Larsson o Zigic. Aunque delante tenían un equipo con nombres más que conocidos: Van Persie, Arshavin, Nasri… Una balanza muy desnivelada en lo teórico. La afición del Arsenal hizo gala de proximidad y copó más una mayoritaria parte de Wembley. Eso no impidió que el gran sector del Birmingham llegara al éxtasis cuando Martins -sí, el del Levante- marcara el gol definitivo en el minuto 90. Una Copa que les daba la posibilidad de jugar la Europa League, pero con un pequeño inconveniente, habían bajado a Championship.
Descenso consumado y con la mirada puesta en retornar a la élite, el Birmingham tenía por delante una ilusión que debían de luchar hasta la extenuación, y así sucedió. Tras superar una fase previa, fueron emparejados con Club Brugge, Maribor y Sporting de Braga; una lucha por entrar en las dos plazas que duró hasta el último instante. Una igualdad máxima, que acabó pasando factura a los ingleses. Zigic falló un penalty ante el Braga en el penúltimo partido que lo pudo cambiar todo. El Birmingham quedó tercero a un punto de la clasificación. El delantero serbio reconoció que fue uno de los errores más dolorosos de su carrera. Estuvo en sus botas el poder haber hecho aún más grande esta proeza futbolística.
Hace tres temporadas Wembley volvió a ser el escenario de lo imposible. Como en los setenta acogió de nuevo una desnivelada final, esta vez entre el modesto Wigan de Roberto Martínez y el multimillonario proyecto del Manchester City. Una diferencia de presupuestos abismal, jugadores destinados a pelear por la salvación ante el Manchester City de Mancini, obligados a volar a lo más alto.
Una historia con todos los ingredientes de las gestas anteriores; Wembley como epicentro de la magia, un club humilde no intimidado por su gigantesco oponente, igualdad absoluta y un 1-0 que culmina con unos jugadores extasiados levantando la Copa. Roberto Martínez había sorteado la permanencia tres temporadas consecutivas, pero en esta ocasión no fue posible. El Wigan descendió tras perder en la última jornada con el Arsenal. Un descenso triste, pero un tanto menos amargo con la FA Cup bajo el brazo -único título de la historia del club- y su primera clasificación para la Europa League. Una aventura internacional, sin Roberto Martínez, que decidiría dejar el club tras culminarse lo que él denominó ‘el triste fin de este hermoso proyecto’.
Una fase de grupos tiranizada por la supremacía del Rubin Kazan. The Latics tuvieron en su mano la clasificación para la siguiente ronda, pero perdieron en casa ante el Zulte Waregem belga (1-2) y en la última jornada ante el Maribor (2-1), un sueño europeo que estuvo a punto de volver a repetirse. Tras un cambio de entrenador, el Wigan volvió a Wembley por segundo año consecutivo para disputar las semifinales de la FA Cup, esta vez ante el Arsenal. Los penaltis privaron a los blues de volver a pelear por entrar en Europa, aún estando en Championship. Tras despertar de este sueño comenzó la pesadilla para el Wigan; descensos, inestabilidad, pérdida de masa social… Todo lo construido en la última década con calma y mesura se desintegró en apenas dos temporadas, el final a una fantasía quemada con gasolina.
Un puñado de equipos que experimentaron lo divino en un sueño con fecha de caducidad. Una experiencia reflejada con orgullo en sus museos, una hazaña con claro acento inglés -en España tuvimos el caso del Castilla- aunque visto este año con el Zurich en la Europa League. Gestas que siguen esperando un digno sucesor.
Periodismo y Comunicación audiovisual. Apasionado de lo que hay detrás del fútbol.
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