Hubo una época en que viajar era la peor pesadilla de Navas. Sentía pánico, constantes ataques de ansiedad, por el simple hecho de estar alejado de su familia. Esto en un mundo en el que, a lo sumo, cada 15 días te desplazas con tu club era un problema. No en vano esta flaqueza psicológica le obligó a abandonar alguna que otra concentración, además de impedirle, también, jugar con España.
La situación era un problema: ponía en jaque su evolución. Su talento era innegable, pero el miedo a estar fuera hacía imposible que progresara. Esto, además, generó cierta tensión en el sentido de que desde algunos sectores se le pidió mayor compromiso. Navas cobraba un salario considerable, un salario con ciertas obligaciones, tal y como defendió Palop, ex guardameta hispalense, pues entendía que viajar era parte de su trabajo.
Con el tiempo, el trabajo de los servicios médicos del Sevilla logró subsanar el problema. El gran paso fue dar el SÍ a la selección en 2009, lo que a la postre le permitió, por ejemplo, ganar el Mundial siendo protagonista de la jugada del decisivo gol de Iniesta. De esta forma, Navas no solo pudo cumplir un sueño personal y debutar con el combinado nacional, sino logró hacer historia.
Pero la cosa no se quedó ahí y, al igual que hicieran la mayoría de sus compañeros, decidió volar en 2013 y probar suerte, en su caso, en la Premier. En concreto, en Manchester con el City. Sevilla seguía siendo su casa y Los Palacios su hogar, pero Navas era consciente que había llegado el momento de darle un impulso a su carrera. Y lo hizo. Y triunfó. Al final, este es un ejemplo más de que el bienestar mental es, como mínimo, igual de importante que el físico.