Dicen que el fútbol femenino no interesa. Que son chicas, hombre. Que no las conoce nadie. Que la mejor jugadora de la Liga Iberdrola («¿Qué liga es esa?», preguntan) cobra muchísimo menos que el tercer portero del equipo más modesto de la Liga Santander. Que los campos no se llenan, que no son profesionales («si al menos fueran buenas», dicen).
Dicen que de qué sirve invertir en fútbol femenino si no da audiencia. Si la gente no va a los estadios. Si los periódicos les dedican (como mucho) una página o el telediario se niega a a concederles 30 segundos de su tiempo. «¿De qué sirve animar a una selección que no pasa de fase de grupos?», decían algunos cuando España fue eliminada a las primeras de cambio en el primer Mundial que jugaron en su historia, hace dos veranos.
Es posible que esto mismo lo piense Florentino Pérez. «¿Por qué iba a molestarse en construir un equipo de fútbol femenino si no da dinero? ¿Si no existe una afición fiel que rentabilice el gasto? ¿Si las empresas y la publicidad no aportan su granito de arena?
Lo que esa gente no entiende es que estas preguntas no deberían ni formularse. Aunque el fútbol femenino no interesase (que interesa, y cada vez más en nuestro país), aunque no diera dinero (que da, cada vez más), aunque las empresas no inviertieran (que invierten, cada vez más) y aunque no aparecieran con mayor presencia en los medios (que aparecen, y cada vez más), nada de esto debería importar para decidir si es necesario o no apostar por el fútbol femenino. Ni siquiera debería existir la mínima duda. El fútbol femenino, como muchos otros deportes, trabajos y ámbitos de la sociedad, ha tenido la mala suerte de llegar tarde a nuestro país. Tarde y de forma muy lenta. Porque muchas de las chicas que hoy son estrellas y hacen disfrutar a miles de personas con un balón quizá ni creyesen en que un día pudieran llegar a donde están.
Pero están. Y la gente no es tonta. La gente responde. Si tu equipo siempre fue el Atlético de Madrid, si tu estadio siempre fue el Vicente Calderón, y tu camiseta siempre fue rojiblanca… ¿Por qué no vas a apoyar de la misma forma a tu equipo, pero formado por mujeres? El club decidió apostar. Armó un buen equipo, le dotó de personalidad, le hizo ganar títulos, creó una cantera sólida que nutre a la selección española casi en su totalidad y le colocó como principal alternativa a desbancar al Barça de su superioridad en España. En uno de los partidos más importantes que ha disputado el Atlético Féminas en los últimos años, el Atlético decidió jugarlo en el Vicente Calderón, uno de los mejores campos del país, céntrico y accesible (todo lo contrario que el Cerro del Espino) y dio todas las facilidades del mundo para que la gente fuera. Hasta el clima se puso de su lado.
Y la gente respondió. Tanto, que superó las expectativas del propio club. El partido había comenzado y las colas de gente comprando la entrada en taquilla (¡y de gente entrando ya con la entrada comprada) seguían siendo kilométricas. No había numeración y en cada sector que se intentaba entrar te decían que era imposible. «Está lleno, id al fondo», se escuchó más de una vez. En un partido de tal calibre, ¿por qué no iba a responder la gente? La fiesta que se vivió en el estadio rojiblanco fue sencillamente inolvidable.
El Atleti respondió y ganó 2-1 al Barça, arrebatándole el liderato y terminando un 2016 para el recuerdo. Las jugadoras se acercaron a las gradas para aplaudir, emocionadas por el momento. Nunca vieron tanta gente en un escenario en el que siempre habían soñado actuar. Se dieron cuenta de que algo está cambiando en la mentalidad de aquellos que pensaban que el fútbol femenino no interesaba. Pero vaya, resulta que sí.