Steven Gerrard, Tony Adams, Ian Wright, John Barnes… Todos ellos tienen en común el hecho de haber sido futbolistas y de ser, también, orgullosos miembros de la Orden del Imperio Británico, el quinto y último de los cinco escalafones de grados que comprende tamaño y noble honor, entregado por la mismísima majestad y excelentísima titular de la Corona del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Por otro lado, Marlon Brando o Woody Allen con el Oscar; Jean-Paul Sartre o, recientemente, Bob Dylan con el Nobel; Aldous Huxley o David Bowie con el título de Sir; rechazaron sin reparos el mayor reconocimiento a sus respectivas carreras por diversas razones de peso o, simplemente, porque no les apetecía, un argumento tan válido como otro cualquiera. Sin embargo, en el caso del exfutbolista Howard Gayle, sus premisas entroncaban con el racismo más ancestral de la más grande nación colonialista de la historia.
Unos motivos que casan, en buena medida, con las declaraciones del director Ken Loach en 1977, cuando rechazó ser oficial del Imperio (OBE): «Representa todo lo que considero despreciable: el mecenazgo, el sometimiento a la monarquía y al Imperio Británico, que es el monumento de la conquista y de la explotación. He rechazado la OBE porque no es un club al que quieras unirte cuando te das cuenta de los villanos que lo conforman».
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Precisamente en 1977, Howard Gayle se convirtió en el primer futbolista negro de la historia del Liverpool. El atacante, hoy de 58 años y campeón continental con la sub-21 inglesa en 1984 con gol a España en la final incluido, solamente jugó cinco partidos en el gran dominador europeo de la época. Tiempo suficiente para hacer figurar en su palmarés la Copa de Europa de 1981, gracias a los minutos que disputó en el partido de vuelta de las semifinales en Múnich ante el Bayern, sustituyendo al lesionado Dalglish a los nueve minutos de partido y siendo, a su vez, cambiado a veinte minutos del final por Bob Paisley por haber visto una tarjeta amarilla.
61 minutos fue el tiempo que estuvo Gayle sobre el césped del Olímpico de Múnich y ese es el título de la biografía de Gayle, ’61 minutos en Múnich’, en la que narra los episodios de racismo con los que tuvo que lidiar desde la misma infancia al criarse en un distrito eminentemente blanco y a lo largo de su trayectoria como futbolista, especialmente en el Liverpool, como pionero de los jugadores negros en una de las instituciones más regias del fútbol inglés, británico y mundial. Un camino que tomaría posteriormente con mayor éxito deportivo el ya citado Barnes.
«No tengo la intención de que mi historia suene autocompasiva, pero no puedo negar la realidad. Para mí, el racismo siempre fue la rutina de cada día. Los comentarios racistas eran la norma, algo que había que aceptar y que no se debía enfrentar”, afirma Gayle en su biografía. Y añade una historia al respecto: «Como parte de mi iniciación, se organizó un striptease para mí, con el resto del equipo presente. La mujer se cubrió de polvos de talco y cuando enterró mi cabeza entre sus pechos, mi cara quedó completamente blanca. Roy ‘Chubby’ Brown (cómico inglés, ndr) era el presentador de la fiesta y dijo: «Ahora ya puedes caminar tranquilo por Toxteth» (zona de la periferia de Liverpool y lugar de nacimiento de Gayle, ndr). Su comentario fue recibido por risas estridentes».
En un vestuario inglés a la vieja usanza, con tótems reverenciales y repleto de rituales de iniciación y constantes bromas hirientes, Gayle no llegó nunca a encajar del todo, pero pese a su inexperiencia y nulo bagaje, nunca estuvo dispuesto a apretar los labios, tragarse las palabras y bajar la cabeza. Tanto es así, que llegó a enfrentarse directamente a Tommy Smith, auténtica bandera de aquel Liverpool, con más de 600 partidos a sus espaldas y uno de los intocables históricos de The Kop.
Howard Gayle with Alan Kennedy on the open top bus parading Old Big Ears! #LFC #BlackHistoryMonth
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“Un año antes de mi llegada había sido uno de mis héroes, tras anotar un gol en la Copa de Europa que el Liverpool ganó al Borussia Mönchengladbach. Lo apreciaba, pero dije basta. Nunca me lo dijo, pero siempre tuve la sensación de que no le gustaba. Rápidamente, me di cuenta de que había una diferencia entre la leyenda y la persona. En un entrenamiento, varios de los jóvenes fuimos invitados a jugar un partidillo con el primer equipo. En un una jugada chuté, tocó en Tommy y se coló en la red. Me respondió con un comentario sobre el color de mi piel. Ya había tenido suficiente de ese viejo amargado. Así que me puse frente a él, nariz con nariz. Lo miré a los ojos y le dije: ‘¿Sabes qué, Tommy?, una noche vas a estar haciendo una de tus bromas en casa y me plantaré allí con un bate de béisbol. Y luego ya veremos lo que tienes que decir.»
Gayle no estaba dispuesto a hacer la vista gorda ante el racismo latente, a aceptar la xenofobia oculta entre la cotidianidad, esa que busca incluso, de manera despreciable, la propia complicidad forzosa del humillado. Ni siquiera ante uno de los cabecillas del vestuario e ídolos del club, que le sacaba trece años de diferencia de edad. «Souness fue el único que se me acercó inmediatamente después del episodio. ‘Bien hecho, Howard’, me dijo. ‘Tommy se lo merecía’. Durante semanas esperé su venganza, pero nunca más utilizó hacia mí un lenguaje racista. Apenas hablamos desde entonces».
Howard Gayle nunca tuvo miedo a alzar la voz contra el racismo y llevó su justas reivindicaciones más allá de su carrera deportiva. Y es que Gayle no fue propuesto el pasado agosto como miembro de la Orden del Imperio Británico por su pasado como futbolista en el propio Liverpool, Fulham, Newcastle, Birmingham, Sunderland, Stoke o Blackburn -además de un paso intermedio por el fútbol sala norteamericano-, sino por su activismo infatigable contra la xenofobia y el racismo a través de la asociación ‘Show Racism the Red Card’.
Sunderland AFC
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Un reconomiento que el exfutbolista se apresuró en rechazar a través de su página de Facebook: «La mayoría de los que me seguís, conocéis el trabajo que hago contra el racismo. Por ese trabajo precisamente fui nominado a la Orden del Imperio Británico. Desafortunadamente, tengo que declinarlo porque mis antepasados se revolverían en sus tumbas por cómo el imperio y el colonialismo les esclavizó. He tomado la decisión y sé que otros actuarían de distinta forma, atraídos por la idea de ser un miembro del Imperio y de tener esas iniciales tras su nombre (MBE, ndr), pero yo siento que sería una traición a todos los africanos que perdieron la vida o que sufrieron por culpa del Imperio». A lo que añadió, «si quieren ser inclusivos y aceptar en la orden a la gente negra del Reino Unido y de la Commonwealth, entonces deben quitar el nombre de Imperio del reconocimiento».
Su lucha diaria contra el racismo es una batalla que la historia sigue intentando ganar, con él como uno de sus adalides, ahora que la FIFA ha decidido poner fin a su grupo de trabajo contra el racismo. Y que no queda solo ahí. «El fútbol actual hace más que cualquier otra entidad para erradicar la xenofobia, pero debe hacer aún más para erradicar otro tipo de prejuicios. La homofobia es un problema y tenemos que trabajar para frenarla. Mucha gente sigue viviendo en una época oscura y piensa que la sexualidad se escoge, que se puede elegir ser homosexual o heterosexual. Nuestro mensaje es que realmente nada de eso tiene importancia».
Sin embargo, la dilatada trayectoria de Gayle en el fútbol inglés pudo ser mucho más fructífera, como él mismo ha expresado en entrevistas recientes. «Como primer jugador negro del Liverpool, mi situación era única. Tenía que demostrar una mayor resistencia mental para sobrevivir y tener éxito. Tal vez, mi carrera habría sido diferente si hubiera normalizado el abuso», aseguró a ‘The Independent’.
Una barrera que, aún hoy día, podría frenar la explosión de grandes talentos futbolísticos con motivo de su color de piel o de su orientación sexual, el gran campo de trabajo social en el que fútbol tiene todavía todo el camino por recorrer. Todos ellos, tienen a Gayle, a un referente en el que mirarse, a un guía ante la injusticia, a un ejemplo para alzar la voz. Howard Gayle, uno de los pioneros antirracistas del mundo del fútbol, el primer negro de la historia del Liverpool y el hombre que despreció al Imperio para seguir siendo siempre, ya sea compartiendo vestuario con algunos de los mejores futbolistas británicos de siempre durante los ochenta o en plena segunda década del siglo XXI, consecuente con su lucha. Una lucha que es de todos.
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