Entrenas, sudas, luchas, sufres, mejoras, consigues objetivos, alcanzas siguientes metas, te proclamas campeón, lo celebras por todo lo alto, pasas a los anales de la historia y cuando vuelves a arrancar una nueva temporada… te topas con una nueva, e incómoda, realidad que además viene aderezada con la mayor presión (interna y externa) que pueda soportar un equipo: defender el título obtenido la temporada anterior.
Y más si hablamos de la NCAA, ya que puede ser la competición en la que más cueste repetir presea.
Por eso, esta vez hablaremos de los Florida Gators, quienes ganaron dos March Madness de manera consecutiva en los años 2006 y 2007.
La última universidad que había logrado tal hito fue la Duke de Grant Hill, Christian Laettner y Bobby Hurley, en los años 1991 y 1992.
Dichos Gators obtuvieron ambos campeonatos proviniendo de dos circunstancias completamente opuestas. En el primero que consiguieron, lo hicieron sin estar entre los claros favoritos (pese a que ganaron su conferencia) y en el segundo obtenido, partían como los líderes aventajados en la carrera hacia el título, en todos los medios especializados.
Cabe destacar que durante su primer trayecto hacia la gloria en la locura de marzo, no encontraron resistencia alguna en los rivales ante los cuales se enfrentaron. Incluyendo la final, la cual ganaron por 73 a 57 a una UCLA que contaba con jugadores de la talla de Jordan Farmar, Arron Afflalo, Darren Collison y Luc Richard Mbah a Moute.
Efectivamente, no eran los preferidos por las quinielas, pero es que nuestros protagonistas formaban un quinteto casi extraterrestre y que a la postre se consagró como uno de los mejores de todos los tiempos.
¡agárrense porque vienen curvas! Ya que tal quinteto lo conformaban Joakim Noah, Al Horford, Corey Brewer, Taurean Green y Lee Humphrey. Y por si fuera poco, orquestados bajo la férrea batuta de Billy Donovan.
Ya en la media parte de la final antes los Bruins, ganaban por 36 a 25, para luego acabar aumentando su diferencia final hasta los 16 tantos.
A parte del excelente juego que demostraban Noah y compañía, otra de las claves de esta plantilla radicaba en su alto nivel físico que proponían durante los cuarenta minutos de encuentro, forzando contraataques de vértigo y presiones agobiantes.
Y tras esta supremacía, los cinco fantásticos se conjuraron para volver al estado de Florida y defender el cetro obtenido en abril del 2006.
Estos jugadores encaraban un precioso reto y que además es altamente difícil de ver en pleno siglo XXI. La realidad es que cuando un jugador de la NCAA ya está consagrado como estrella de la liga, ya ha alcanzado el sueño de coronarse como campeón y algunos Mock Drafts le sitúan en buenas posiciones de elección, es normal que abandone la nave de los estudios en busca de remuneraciones sustanciosas.
Pues estos no, estos miraron de manera desafiante a los ojos a la leyenda del College y le retaron a volverse a ver en lo más alto, al siguiente abril.
De esta manera, dieron esquinazo al profesionalismo y contratos jugosos, y se embarcaron en dicha cruzada.
Pues bien, no comenzaba como ellos esperaban la campaña 2007, ya que cayeron frente a Kansas y Florida State entre noviembre y diciembre. Sumaron otras tres derrotas más durante la regular de la Southeastern Conference, combinadas, eso sí, con destacadas victorias.
Tras este camino de luces y sombras recorrido, llegó la hora de jugar el torneo de su conferencia y todo cambió radicalmente. Empezaron a oler sangre, se pusieron sus pinturas de guerra y arrasaron, literalmente, ante unos rivales que nada podían hacer, salvo vivir en primera persona el recital de baloncesto que ofrecían los Gators.
No había duda, se ganaron el derecho a empezar el campeonato nacional como uno de los cuatro números uno de la nación.
Pese a esa ligera ventaja en el cuadro, tuvieron momentos complicados para poder vencer a sus oponentes y así poder alcanzar una nueva Final Four. Les llegó el momento de demostrar que, a parte de toda la calidad que atesoraban, también sabían sufrir y poseían un grado de madurez superior al del resto de las universidades. Lo que les confirmaba como un conjunto de ángeles caídos del edén del baloncesto.
Y allí, en esta segunda Final Four consecutiva, se volvían a ver las caras con UCLA. Sí señores, en cancha les esperaban unos Briuns sedientos de venganza y con la lección bien aprendida.
El encuentro estuvo a la altura de las circunstancias pero el poder reboteador de Florida y ese alto ritmo de juego imprimido por los chicos de Donovan, decantaron la balanza para los nuestros.
En el último peldaño de la pirámide, la final, esperaban los Buckeyes de Mike Conley Jr., Ron Lewis, Ivan Harris y el ogro de las zonas, Greg Oden, quien cuajó un excelso, aunque insuficiente para ganar, partido (25 puntos y 12 rebotes).
Ohio State, al igual que UCLA, también se enfrentaba a Florida con un sentimiento de venganza muy profundo, ya que cayeron ante los Gators en la regular por 86 a 60, en Gainesville.
Un sentimiento que duró pocas jugadas, ya que los pupilos de Donovan controlaron todo el partido. Cabe destacar que Ohio State nunca estuvo lejos en el electrónico, pero tal dominio se hacía patente cuando, en cada situación que padecieron los Gators de peligro, el quinteto de ensueño intensificaba su nivel de exigencia y se volvía a hacer con los mandos del duelo.
Volvieron a ganar, como no. Esta vez por 84 a 75.
Uno de los mejores equipos del baloncesto moderno se había ganado el derecho a entrar por la puerta grande, que digo grande, enorme, en la memoria de la NCAA.
Es sabido por todos que la historia no se repite, pero estos chicos demostraron, que a veces puede rimar.
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