Cada otoño la Copa de Francia adquiere un interés sobredimensionado. El formato del torneo, que permite la participación de los mejores equipos de los territorios franceses de Ultramar, propicia ver partidos coperos en el Océano Pacífico o en el Caribe. Algo fuera de lo normal pero no para los franceses, que posiblemente cuenten con la Copa más exótica del mundo entero.
Es la constante que han de vivir los clubes galos, la de jugar contra equipos -o en territorios- repartidos en diferentes continentes como son la Guayana francesa (Sudamérica), las islas de Guadalupe, Martinica, San Martín y San Bartolomé (Caribe), las islas de San Pedro y Miquelón (Norteamérica), las islas de Reunión y Mayotte (África) y en los territorios de Nueva Caledonia, la Polinesia francesa y Wallis y Futuna (Oceanía).
Así, con el deporte como enlace, se mantiene viva la unión de estos territorios producto de la era colonial francesa, época en la que distintas naciones pugnaban por la conquista de tierras lejanas recién descubiertas. Un legado que implica viajes interminables para distintos equipos, que cruzan mares con el fin de disputar un partido de fútbol, a los que muchos medios de comunicación dan cobertura por su singularidad.
¿Cómo es posible esta Copa?
La copa más importante a nivel nacional en Francia da cabida tanto a equipos profesionales como aficionados, siendo 7.656 equipos el total de participantes. El único requisito exigido para participar es afrontar el pago de la inscripción, momento en el que a partir de un sorteo puro se establecen eliminatorias a partido único entre equipos de diferentes categorías (a disputar en el campo del más modesto).
¿Pero como afrontan el torneo -económicamente hablando- los equipos más modestos? Para que la Copa no sea una forma de entrar en quiebra, la Federación Francesa de Fútbol (FEF) se hace cargo de una parte de los gastos, que en el caso de los equipos de los territorios de ultramar es acentuado, pues al ser la mayoría de ellos amateurs les sería imposible afrontar el coste de estos viajes.
Unos viajes exóticos, como ya hemos dicho, que han permitido en más de una ocasión ver a equipos caribeños jugar en los nevados Alpes, o a clubes de las catacumbas francesas irse de «vacaciones» a la paradisíaca Polinesia. Viajes que pueden llegar a ser de casi 40 horas, con varias escalas, y que salvo sorpresa suelen perjudicar a los equipos de ultramar, que rara vez superan su primera eliminatoria en el torneo del K.O. francés.
Valga la excepción del Geldar Korou de la Guayana Francesa (hay pocos casos más), que en la temporada 1988/89 llegó a Dieciseisavos de Final tras eliminar al Chaumont (de tercera categoría) y al Sens (de cuarta categoría). El Nantes se encargó de poner fin al sueño francoguayanés de seguir vivo en la competición derrotándolos por un marcador global de 0-11.