“Yo no me doy por vencido, yo quiero el número 1 conmigo, juro que vale la pena entrenar y entrenar sólo por conseguirlo”. Esta versión de la canción de Luis Fonsi es la que se ha grabado en la mente Andy Murray desde inicios de este verano. Él creía en conseguirlo, y si tú crees, solamente hace falta entrenar e intentarlo. Y lo hizo. El británico es el nuevo y merecido número 1 del mundo.
La meta era clara, ser el número 1 de la ATP. El trayecto era largo y complicado. Y los obstáculos tenían nombre y apellidos, Novak Djokovic. Quizás algo imposible de conseguir. Quizás inalcanzable para la mayoría. Aunque para él, para Andy Murray no era un oasis en el desierto, y si lo hubiera sido, llámenle loco. Un loco que creyó en sí mismo. Un loco que lo consiguió.
En 2016 Andy Murray ha ganado Roma, Queen´s, Wimbledon, la medalla de oro olímpica, Beijing, Shanghái, Viena, París y el número 1 de la ATP.
Además de ser padre y el abanderado de Gran Bretaña.
Perseverancia. Constancia. Confianza. Locura. Son cuatro palabras, cuatro características fundamentales que explican perfectamente el camino de Andy Murray hacia, lo que él define como, su sueño. Perseverancia y constancia porque es su estilo de vida desde siempre, y que incrementó desde este verano. Confianza, necesaria para conseguir un hito como este, y es que lo normal es no llegar a la cima. Y nada de esto hubiera sido posible sin locura. Loco hay que estar para creerse que iba a conseguir quitarle este año el número 1 del mundo al serbio, a un tenista que parecía no tener debilidades.
Un sueño que se convirtió en realidad a base de verdades. Cuando una persona cree en aquello que desea tiene medio camino recorrido, el otro tramo tiene que lucharlo con todo lo que tenga. Y es así como Andy Murray ha conseguido ser el número 1, luchando por algo en lo que creía y creyendo por lo que estaba luchando, su sueño.