De nuevo, volvemos a movernos por el asfalto. Esta vez tras el escenario de Sepang, para reclamar una calma que nos pertenece y que nos están arrebatando con osadía.
Ya hace un tiempo me pregunté si habría “paz para los malvados”. Sencillamente, les apodo así por los pecados cometidos, no por cuestionar si existe la malicia ni cuál es su nivel.
Pues no, la paz se selló porque la tragedia tocó de hondo en los sentimientos de sus corazones. Porque esos momentos tan escalofriantes nos hace volver a la realidad, tocar de pies en el suelo y colocar nuestras proyecciones emocionales en un segundo plano. Toparse con la maldita realidad, con el suceso desolador, que pone en marcha el recordatorio para tener presente que, la cordialidad y el respeto deben estar por encima de todo. Pero los humanos estamos adheridos a nuestras costumbres. Y romper con los hábitos es tarea compleja.
De este modo, Rossi y Márquez trazaron la firma de la concordia, pero ninguno de ellos respira un total sosiego tras esos espantosos capítulos.
Cada uno sigue a lo suyo, con la satisfacción de haber logrado pasar una página, pero sin lograr el olvido ni el perdón absoluto.
Por mucho tiempo que pase y por muchos errores propios que se asuman y reconozcan, Valentino no podrá quitarse la espina de un mundial que sintió suyo, y del que seguirá sospechando que existió un claro biscotto en contra de su propio beneficio. Y Marc seguirá afirmando que él se limitó a hacer su trabajo sin intención de perjudicar al italiano, y sin olvidar ese gesto en pista.
Las consecuencias van más allá, generando una atmósfera que acompaña desde entonces al motociclismo. Y llegando hasta el rastrero comportamiento de aplaudir la caída de un piloto.
En todos los deportes existe la rivalidad, y en algunas ocasiones llevada al extremo.
En el motociclismo se ha respirado este antagonismo con tolerancia.
Algunos sabemos que es así. Hemos crecido oliendo un poco a gasolina, en reunión con la pandilla, observando como los entendidos cambiaban pastillas de freno o colocaban nuevas gomas de gran adherencia, que todavía lucen esos pelitos que ratifican su reciente estreno, o realizando previos diagnósticos de bujía y carburador para justificar el apagón de la moto en marcha. Así, y con algunas vueltas, podíamos pasar cientos de tardes.
Hemos ido a los circuitos, presenciando como la noche antes del Gran Premio es todo un festín de derrapes, caballitos e invertidos y quemadas de rueda.
Los domingos de carrera acogían a aquellos que querían tener un buen sitio en tribuna, y a los que preferían sentarse en la zona de pelouse para charlar con el espectador de al lado y terminar ofreciéndole alguno de los aperitivos que guardan en su mochila.
El grupo de amigos no tiene un mismo héroe al que admirar. Cada uno lleva una camiseta de color y número de dorsal del carenado distinto.
Tras la bandera de cuadros, los reproches son los justos y se gastan mediante la guasa. No son más relevantes los puntos conseguidos. Las emociones que aguardó la carrera cobran el sentido del motociclismo en estado puro.
Sin embargo, algunos se han obcecado en cambiar la trayectoria de un trazado que representaba unas normas que se regían para todos. Se han llevado al motociclismo hacía otro lado. Algunos con conciencia, otros cometiendo algunos errores sin tener un sólido conocimiento de las causas.
Como el reencuentro de un primer amor que vivió una ruptura dolorosa y debe volver a cruzarse. Es evidente que regresar al lugar de la escena provocaba miles de preguntas, que tendrían su respuesta a medida que transcurría el fin de semana. No obstante, la realidad es que esa misma expectación también se generó al inicio de temporada con la esperada rueda de prensa, o en los circuitos a domicilio de los implicados.
Ha sido una temporada arrastrando el pasado a cuestas. Cada una de esas motos ha sumado el peso de lo que aconteció la anterior.
Incluso, ha parecido que hubo la intención de gestar la descendencia con la caída de Luca Marini y Álex Márquez.
Imágenes pretéritas alojan gestos. Sin ir muy lejos, algunos cortes de mangas y peinetas. Recriminaciones, aspavientos y guiños irónicos. Y sí, algunos golpes también. Como el puño de Stoner a De Puniet, la patada de Fenati a Ajo o la pelea a torta limpia entre Schouten y Deroue, entre otros.
Pero ninguna ha tenido tanta continuidad como la del rey y el heredero del imperio de Moto GP. Y ese es el grave desacierto que concluye en acontecimientos como el de este pasado domingo.
La tensión competitiva es cada vez más incontrolable. Por ello, el IRTA dio aviso de que las faltas de respeto entre pilotos serán multadas económicamente.
Aunque el fin del septenario que acontecía en Malasia regalaba la hermosa instantánea del doble wheelie de Valentino y Marc homenajeando a Simoncelli, terminaría estropeándose con la bochornosa aclamación de alguna parte del circuito cuando el español se fue al suelo.
Quisiera ser ingenua y tener la necesidad de corroborar que en aquel justo momento no sucedió nada a la vez que pudiera ser motivo de aplauso. Pero todo señala a que ver un piloto rodando por el asfalto puede inducir satisfacción.
Los pilotos son absolutos héroes, que se juegan la vida a más de 300km/h, ofreciendo un espectáculo del que ellos también disfrutan.
Una caída puede ser causa de lesiones y, lamentablemente, en ocasiones ser sinónimo de tragedia. Es entonces cuando uno puede sentirse avergonzado de interpretar al espectador del anfiteatro que ovaciona las luchas. Pero no debería ser necesario que nada de esto se produjera para conectar con la sensatez y la humanidad. Es totalmente inadmisible y repulsivo que no se guarde un respeto.
A diferencia de otras disciplinas, en las motos no se entienden ni siquiera los silbidos.
Los pilotos deben salir al tablado de este teatro para pedir el regreso a la normalidad. Para sugerir que el cambio que está aconteciendo no es bueno para el motociclismo. Que el fair play empieza en la pista y se cobija también en las gradas. Que la afición debe respirar los aires que definen realmente este deporte.
Todos, deben pedir a sus seguidores que pongan de su parte para poder empezar un nuevo capítulo. Y que con ello, se sumen los medios. Sacrificando esos titulares llamativos para escribir verdades absolutas, sin verter esa pizca de incitación al morbo.
Queremos que vuelva nuestro motociclismo. Y si puede ser, que sea pronto.
Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos
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