Que el fútbol es un negocio lo sabe todo el mundo. Y que se mueven cantidades ingentes de dinero, también. Sin embargo, estamos hablando de un deporte, una diversión que practican millones de personas. Entre ellos, muchos niños. He aquí el problema, cuando se unen el negocio y la infancia. Una sola vuelta por Youtube nos permite ver cientos de vídeos donde se nos presenta a los que serán las nuevas estrellas del deporte rey. Y si no, que se lo digan a Rashed Al Hajjawi, un niño palestino de 10 años que ha fichado la Juventus gracias a uno de sus videos.
Y no es el único caso. Es más, en los últimos tiempos parece que han proliferado, desde la mediática aparición de Karamoko Dembele, el joven de 13 años que debutó con el segundo equipo del Celtic de Glasgow. Pocos días después, se conocía la historia de Mustafa Kapi, de 14 primaveras, que debutaba con la primera plantilla del Galatasaray en un amistoso. Y, de repente, todos los medios se hacen eco de estos dos hitos de precocidad, noticias que corren como la pólvora. Y no solo eso, sino que ya se conocen sus perfiles: su historia, sus vídeos, en qué posición juegan y cómo lo hacen, etc.
Pero parece que entre todos nos estamos olvidando de un pequeño detalle. Son niños. La presión mediática a la que se ven sometidos de un día para otro no es buena. El mismo Brendan Rodgers, entrenador del Celtic, tuvo que salir al paso de todos los comentarios que había suscitado Karamoko tras su debut. Y es que tanto ruido alrededor de un chico de su edad, tal como afirmó, no es bueno. Con los jugadores tan jóvenes hay que tener especial cuidado, así como paciencia, de unos y de otros.
Porque las consecuencias que puede acarrear esa presión mediática sobre el joven pueden ser enormes. Porque la prensa y la gente olvida, pero sus vidas no. Llegar a ser futbolista profesional es increíblemente complicado y algunos han debido de sacrificar mucho para llegar a ver su sueño cumplido. Y sacrificarse para luego desviarse del camino puede ser muy duro, incluso como para marcar el porvenir. Tanto la presión exterior, como la interna desde el club, una entidad que invierte en su futuro profesional como futbolista, pueden acabar por ser demasiado. A tales extremos se puede ser tan niño como producto, y eso nunca puede ser bueno.
Sí, es cierto que hay casos de jóvenes prodigio que llegaron, o al menos estuvieron cerca, a donde apuntaban. Pero estamos en la era de las redes sociales, donde hay un alud de información y todo se puede saber en cuestión de minutos. Estamos en un momento donde todo se dimensiona y a la mínima se descubre al nuevo Messi, al nuevo Ronaldo, etc., con todo el peso que conlleva. Cada vez se hace más difícil saber marcar los tiempos del jugador y orientarlo de la mejor manera para él. No se trata de tenerlos encerrados en una burbuja sin que sepan del exterior, sino tratar de ayudarles a tener un futuro.
Ejemplos de jugadores que truncaron su carrera hay varios. Algunos tan conocidos como el de Freddy Adu. Con 15 años ya jugaba en la Major League Soccer y estaba llamado a ser una de las figuras mundiales, el nuevo ‘Pelé’ decían. Hoy tiene 27 años y juega para Tampa Ray Rowdies, de la segunda división norteamericana. La presión de tener que ser el líder del soccer americano, la nueva joya del deporte mundial, acabó por crear una expectación que jamás se cumplió. No es que fuera mal jugador, sino que las pretensiones sobre lo que debía ser eran demasiado grandes. Y cuando nos hacemos una idea equivocada, luego llega la decepción. A pesar de truncar su carrera puede decirse que ha tenido suerte, puesto que ha tenido una. Otros, ni eso.
No hay que olvidar que es un deporte y que hay vida después del fútbol. Unas malas decisiones, auspiciadas por unos malos consejos pueden llevar a decisiones fatales. Un caso llamativo de esto es el de Adriano Leite, el ‘Emperador’, que pasó a ser uno de los delanteros más poderosos de Europa, un jugador que lo englobaba todo para triunfar, a llegar a ser arrestado por tráfico de drogas y vivir como un delincuente en las favelas de Río de Janeiro.
No hay que olvidar que son niños y que vivimos en una sociedad que devora el presente y el ahora, pero que olvida rápido. Paciencia, con dosis de humildad, trabajo y orientación harán que los jóvenes tengan tiempo de disfrutar del deporte que les enamora y, luego, intentar llegar a cumplir su sueño. Sin prisas.