Cuando se hace referencia al gran Rick Pitino, se definen sus equipos como muy intensos, rápidos y con un nivel de exigencia muy elevado.
Pero si especialmente, se habla de su etapa en Kentucky, y en concreto, de la temporada 95-96, es de obligación remarcar que el alto grado de deleite que tuvimos los espectadores al contemplar sus partidos, fue inversamente proporcional al horror que sufrieron en primera persona, los contrincantes de tal equipo.
Esa campaña se proclamaron flamantes campeones, mostrándose como una máquina perfectamente engrasada, la cual diseccionaremos a continuación.
Una de sus principales armas era la profundidad que tenía la plantilla, ya que en aquellos Wildcats, se repartían los minutos Tony Delk, Antoine Walker, Walter McCarty, Derek Anderson, Ron Mercer, Mark Pope, Anthony Epps y Jeff Sheppard.
Una combinación de talento y físico, muy por encima de la media que había en la liga.
Walker, McCarty, Anderson o Mercer prácticamente podían jugar en las cinco posiciones, demostrado una versatilidad inigualable. Pero a nadie se le escapaba, que el líder del equipo era Tony Delk, el “go-to-guy” que no falló en los momentos decisivos.
A través de la pizarra de Pitino, las pérfidas tácticas a seguir eran muy variadas aunque se podían resumir de la siguiente manera: desde el primer segundo de encuentro, se planteaba una presión a toda pista, con constantes dos -y tres- contra uno, que provocaban infinidad de pérdidas de balón por parte de sus rivales. Era una defensa que ocasionaba errores en sus adversarios, fruto de las dudas que surgían ante tal agresividad y entrega.
Una leyenda. Rick Pitino entrenador de ‘los intocables’ Wildcats | Getty
Y cuando el equipo contrario conseguía llegar a la otra zona de la cancha, lo hacía con un galopante desgaste que le mermaba a la hora de encarar el aro y la posterior vuelta a la defensa.
Resultaba curioso ver a uno o dos jugadores del otro bando, en su zona de ataque, casi sin marcaje alguno, pero incapaces de recibir el balón, ya que sus bases estaban librando una batalla encarnizaba para conseguir superar el medio campo, o incluso levantar la mirada.
Efectividad en ataque, sacrificio en defensa. El propio Rick los definió como los intocables y los de Lexington finalizaron la liga regular de su conferencia con un récord de 16-0 y unos averages de 90,1 puntos a favor y 65,9 puntos en contra.
Como era de prever, el torneo de la Southeastern seguía el guión esperado y los Wildcats avanzaban ronda tras ronda sin encontrar oposición alguna.
Hasta que sorprendentemente, hincaron la rodilla ante Mississippi State en la final. Perdieron por 73 a 84, ante unos Bulldogs a los cuales derrotaron dos meses antes por 74 a 56.
Y con tal estacazo en su moral, los autodenominados intocables afrontaban el March Madness. Todos estaban expectantes de comprobar como el equipo de Pitino, sí, ese equipo al cual nadie había osado a mirarle a los ojos hasta que llegó Mississippi State, afrontaba el momento crucial del año con una inesperada derrota.
Pues bien, subrayar que las posibles secuelas o indicios de desconfianza, brillaron por su ausencia. En primera ronda superaron a San José State por 110 a 72. De tal manera que recuperaron sensaciones, reafirmaron su candidatura a llevarse el trono final y ganaron en segunda a Virginia Tech, por 84 a 60.
Ya, en el “Sweet 16” barrieron a Utah (101-70) y en el “Elite 8” dejaron sin resuello a Wake Forest (83-64).
Los Wildcats habían recuperado la senda del éxito para afrontar el partido más capital de toda la temporada: la semifinal de la Final Four ante la temible Massachusetts de Marcus Camby y John Calipari. Quizás, las dos universidades que partían con más opciones de salir victoriosas en abril, en todas las quinielas. Una final anticipada en toda regla.
Y tras un espectacular duelo por parte de ambos equipos, nuestros protagonistas salieron victoriosos por 81 a 74, pese al partidazo del pívot de Umass, que se fue hasta los 25 puntos, 8 rebotes y 6 tapones. Camby mostró todo su potencial, pero nada pudo hacer ante el poderío coral de los vencedores.
Syracuse le esperaba para jugar el partido por el campeonato nacional, era la primera final que dirigía el bueno de Rick, y pese a lo ajustado del marcador final, 76 a 67, la sensación era que la gloria no se les iba a escapar ¡y así fue!
Liderados por Tony Delk (24 puntos) y Ron Mercer (otros 20), los bambinos de Pitino no dieron opción alguna a que los John Wallace y compañía, les arrebataran su sueño.