El Real Madrid tiene la
enfermería vacía para visitar mañana al PSG. El conjunto galo, mientras tanto,
tiene a una de sus máximas estrellas con un tobillo manipulado por el bisturí.
Los blancos tienen una ventaja de dos goles. Los franceses deben buscar la
remontada. Este escenario nos sitúa ante un PSG que necesita ser un depredador
y a un Real Madrid que precisa de academicismo. Saber enfocar el partido,
manejar los tiempos. Gestionar eso que la imposición lingüística anglosajona
denomina timing, pero que en la
tradición castiza pasa por llamarse “sentido común”. O sea, jugar con cabeza.
Fácil en la teoría, no tanto en la práctica.
En resumidas cuentas, lo
que se exige al Real Madrid es que renuncie a su esencia competitiva. A sus
arrebatos, a esa sensación de levedad existencial que le convierte en un equipo
(sobre todo en la Champions) de mucha finura pero también desatento. Al Madrid
se le pide mañana robustez, ser un gestor de minutos. Un ejercicio de
funambulista. No ser excesivamente conservador y esperar las acometidas del
PSG, lo que equivaldría a un suicidio. Tampoco ser demasiado impulsivo y
lanzarse al ataque descuidando la retaguardia. Más que nunca se le pide que sea
un equipo. Un coro armónico. Nada que no hayamos visto antes, pero poco de lo
que hemos visto este año.
Sea como fuere, la
fiabilidad del Madrid atrás debe ser la tónica.
Y quizás todo empiece por dotar al equipo de una estructura sólida y prescindir
(duele escribir esto) de jugadores entre algodones: o sea, Modric y Kroos. Una
decisión cercana al sacrilegio futbolero pero consecuente con las necesidades
del partido: si hay que batirse en duelo, especular no es la opción. Hay que
mermar la moral del PSG con robustez. Que no encuentren una vía para explotar
las debilidades. Y eso solo se consigue con jugadores que no den cada paso
midiendo su bíceps femoral o protegiendo los impactos en la rodilla.
La ausencia de Neymar, a
priori, alivia los temores de la parroquia blanca. Pero es engañoso. En su
lugar estará Di Maria, suficientemente conocido. Y también estará la necesidad
de demostrar que se pueden valer sin el brasileño, que la fuerza grupal trasciende las
individualidades. También puede suponer la relajación de los jugadores del
Madrid, que verán a un rival con los colmillos menos afilados. Nuevo error. Creer
que sin Neymar todo será más relajado es conocer poco un partido de esta
categoría.
La Champions es
transformadora para el Real Madrid, es bien sabido. Seguramente no veamos al
Real Madrid de Cornellá, tampoco la placidez con la que despachó al Getafe en
el Bernabéu. La exigencia espolea al equipo, que ve en la Champions un
salvoconducto para la justificación de la temporada. Pero será exigido y deberá
responder. Se espera un ambiente intenso, un club echado a los brazos de los
que no tienen nada que perder y mucho que ganar. Combate a pecho descubierto. Una
de esas noches por las que los jugadores desean disputar una Champions. Tout prêt!
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