Circuito
La base para el espectáculo que se vio en Rio de Janeiro. Lo analizado en la previa se confirmó sobre la carretera: un circuito durísimo, con un primera parte puñetera que quemó a muchos ciclistas y una segunda parte descomunal que terminó de seleccionar una carrera lanzada. Y el llano final de 10 kilómetros, el epílogo perfecto.
Fuga inicial
La fuga protagonista desde el inicio de la jornada no fue el habitual compendio de naciones poco habituales en el ciclismo, si no que fue de un nivel muy alto. Kwiatkowski, uno de los mejores ciclistas, del pelotón; Geschke, un luchador habitual; Pantano, protagonista en el último Tour y vencedor de una etapa; o el veloz Albasini. Kwiatkowski y Kochetkov aguantaron en cabeza hasta la última vuelta.
Guerra en el pelotón
En los repechos del circuito de Grumari y el extraño adoquinado que había en uno de los tramos -era la parte más peligrosa del trazado-, en la primera parte de la carrera, el pelotón no se paseó dejando pasar los minutos, si no que repartió estopa constantemente. A más de 100 kilómetros de meta el pelotón estaba ya muy reducido en incluso ciclistas de nivel como Poels se quedaron descolgados en el llano camino de la parte final de la carrera.
El primer corte decisivo
En el primer ascenso a Vista Chinesa, aprovechando el enorme desgaste entre los ciclistas, llegaron los primeros movimientos buenos: Italia, Gran Bretaña, Bélgica y Colombia movieron sus fichas con Caruso, Thomas, Van Avermaet y Henao. España se limitó a perseguir con Castroviejo. Ya no los cogieron.
Lo Squalo
Sí los cogió Vincenzo Nibali una vuelta más tarde. En el penúltimo descenso, se escapó con su compatriota Aru y alcanzó a los fugados junto a Yates, Fuglsang y Majka. Detrás, sin compañeros Valverde y Purito se quedaron persiguiendo prácticamente solos, hasta que llegó un grupo más numeroso. Nibali, una vez más, desencadenó todo.
España
Como ya ha ocurrido en otras ocasiones recientes, España no llevó la iniciativa en la carrera, si no que se encontró siempre actuando a la contra, en este caso de Italia. Primero, con Castroviejo; luego con Valverde en primera persona. Siempre persiguiendo. El murciano se sacrificó por Joaquím Rodríguez en el último tramo y Purito, con mejores piernas, alcanzó al grupo cabecero tras una espléndida subida final -como Alaphilippe-. Sin embargo, nunca pudo luchar por las medallas y terminó con diploma olímpio, en quinta posición.
La tragedia
El movimiento clave para las medallas lo realizaron Vincenzo Nibali -quién si no-, Sergio Henao -muy activo todo el día- y Rafal Majka. Tras coronar y superar casi todo el descenso, parecía que ellos se repartirían las medallas… hasta que ocurrió la tragedia. Nibali y Henao se fueron al suelo, perdiendo toda opción de éxito.
El navajero
Rafal Majka es un ciclista que no mira por nadie más que él. Y hasta ahora, más allá de las críticas, no le ha ido nada mal. En estos Juegos, tras llegar al corte -y con el apoyo de Kwiatkowski- se unió al ataque decisivo junto a Vincenzo Nibali y a Sergio Henao, salvo la caída y llegó al llano final con el oro en el bolsillo, aprovechando las dudas de los perseguidores… hasta el ataque de Van Avermaet y Fuglsang. Al polaco se le hizo eterna la recta final y terminó conformándose con el bronce.
Greg Van Avermaet
El gran triunfador del día. Siempre en cabeza desde el primer corte decisivo, supo aparecer en los momentos adecuados para triunfar y manejó a la perfección su vitola de hombre rápido entre los perseguidores: atacó junto a Fuglsang, plata, superó a Majka y llevó al oro a Bélgica. Un hombre que hasta este año ha estado marcado por el infortunio en las carreras -parecía incapaz de ganar carreras de un día- hasta los últimos meses. Solo en 2016 ha ganado Tirreno, una etapa en el Tour, maillot amarillo y oro olímpico. Merecido.
