De que el Atlético tenía la mejor plantilla de su historia a
una bastante corta, limitada y carente de talento, obsoleta, se pasó en apenas
unos días, lo que transcurrió entre el 3-7 como broche de una pretemporada
ilusionante de bolo veraniego en bolo veraniego al primer pinchazo liguero,
que mucho no se hizo esperar.
Luego oímos, leímos y vimos que la crisis era absoluta, que tras ocho años de Cholismo, el equipo estaba estancado. Que con un estilo de juego austero nunca se iban a potenciar las virtudes y características de jugadores como Joao Felix y que el técnico argentino lo iba a quemar, como si el Griezmann que vino siendo un extremo resultón que se convirtiera en dos veces Balón de Oro no fuese obra suya y de sus intenciones.
Ya no valía absolutamente nada porque un Sevilla que
había cambiado media plantilla y una Real Sociedad que jugaba bueno y bonito
acabarían años luz por delante de los colchoneros, que iban a tener problemas
para entrar siquiera en Champions. Que se anduvieran con pies de plomo por el
recientemente bautizado “Wakanda” Metropolitano, que este año no iban a
pillar ni Europa como alguna pieza clave se resfriara.
Y al final, o a mediados, mejor dicho, resulta que el
Atlético ya es tercero al término de la primera vuelta y está a solo un
pinchazo de Real Madrid y Barcelona de depender de sí mismo para acabar en lo
más alto al término de la segunda. Claro que esa no es su pelea, claro que los
dos gigantes del país están en un mal año, pero claro que el Atlético vuelve
a molestar. Como casi siempre desde que Simeone cogió el equipo.
Hay quien dice que Simeone cobra mucho para lo que
hace, aunque lo que haga sean milagros y malabares con un equipo que nunca se
gasta un euro en mejorar su plantilla. Ahí están los datos. Da igual que pelee contra
los dos equipos más pudientes del panorama fútbol y que siempre esté
molestando, algunas veces incluso hincando tanto el colmillo que la sangre
acabe con ese sabor amargo que da el rojizo y que resuena a oro.
La crisis del Atlético, esa que aficionados del club
proclamaban a los cuatro vientos con silbidos dentro del estadio y con berridos
fuera de él es tan honda que el club puede ganar esta misma semana un
título. Es uno de nueva creación inventado por Rubiales, sí, ese
mismo que el que salga campeón celebrará como un éxito y quien salga perdedor
restará de valor argumentando que se trata de un chupito, pero para jugarlo
ha tenido que ser subcampeón de LaLiga. No es poco.
Ya hemos enumerado una y mil veces las carencias de una
plantilla corta, mermada por las lesiones y con jugadores que están muy
lejos del cartel que poseen, alguno de manera totalmente inmerecida. ¿Qué sería
capaz de hacer Simeone en un equipo que de verdad quisiera invertir y se dejara
dinero para competir con armas algo más parejas a entidades altamente
superiores? Solo lo sabremos cuando decida irse al Inter de Milán a
destronar a la Juventus.
El Atlético que menos seguridad defensiva ofrece desde su
llegada, el Atlético que tiene un juego más ramplón, y el Atlético con menos
capacidad goleadora de la época, está ya a un suspiro de Real Madrid y
Barcelona. Molesta, al fin y al cabo, y vuelve a poner tierra de por medio
a un resto al que hace no mucho ni siquiera alcanzaba y que desde hace siete
años ni siquiera es capaz de ver cerca por el retrovisor.
El campeonato da muchas vueltas, y ni el Atlético
hace dos meses era el peor equipo del mundo, ni ahora es la panacea, por mucho
que haya ido recogiendo cadáveres en las últimas semanas. Claro que hay margen
de mejora, muchísimo, pero el equipo que hoy juega es el mismo que hace un par
de meses era criticado con dureza por cierto sector de su propia afición, que
hoy calla porque los números dan la razón. La hinchada ha cogido los vicios
de niño rico que ya no se contenta con tener el segundo mejor reloj del
mercado, cuando ciertamente es una maravilla y ha tenido que pedir un préstamo
porque sigue estando por encima de sus posibilidades.
2020 será un nuevo año de éxitos y de rendir acorde a
sus posibilidades, e incluso un poco por encima, a poco que todo siga por el
cauce que hoy lleva. O lo que es lo mismo, ser tercero destacado y ver cómo se
llega a las últimas jornadas, ponerle las cosas difíciles al campeón de todo
en Champions y ver hasta dónde deja avanzar la competición y foguearse en
una Copa del Rey que cada año también está más cara. Y como siempre, competir
por un título, sea cual sea su importancia.
Y es que hace no mucho, acabar la Liga en puestos de Europa
League era considerado un éxito de tal calibre que aficionados de todas las
edades, unos pocos por fortuna, invadían Neptuno como si de un título se
tratara. Hoy, estar terceros a cinco puntos de los dos líderes se considera un
fracaso. La única variable que ha cambiado en esta ecuación en los últimos 30
años para que esto sea posible nació en Buenos Aires, va de traje negro y tiene
tres hijos futbolistas que siguen sus pasos. De fútbol hablamos otro día.
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