Ahora que ha cogido fuerza la propuesta de Luis Rubiales de transformar la Copa del Rey para que las eliminatorias sean a partido único hasta semifinales (a falta de aprobación en la Asamblea del próximo 29 de abril), conviene recordar que hubo un tiempo no muy lejano en el que equipos de Primera División se lo jugaban todo a una carta con los modestos, en terreno ajeno, y sufrían de lo lindo para mantenerse vivos.
A partir de la temporada 2006-07 los equipos de la máxima categoría quedaron exentos de disputar las eliminatorias previas a los dieciseisavos de final. Un año antes dejaron de jugar a partido único, reduciendo las sorpresas y con ello la emoción. Una demostración de que el formato anterior debe recuperarse porque favorece el espectáculo y refuerza la esencia de la Copa del Rey es lo sucedido en Butarque el 19 de diciembre de 2003. Entonces, el Real Madrid de los galácticos vivió una auténtica pesadilla en su primer partido oficial ante un Leganés que ese mismo curso acabó descendiendo a Segunda División.
Carlos Queiroz, poco amigo de las rotaciones, hizo menos de las esperadas a sabiendas de que un mal partido podía llevarte a una eliminación prematura. Fueron titulares Roberto Carlos, Beckham y Raúl, y en la segunda mitad entrarían Míchel Salgado y Ronaldo. Salir con tantas estrellas se convertía en un arma de doble filo. No lo pareció pasada la media hora, pues Beckham de falta directa y Raúl pusieron un cómodo 0-2. Como tantas otras veces, el Madrid subestimó al Leganés, que logró empatar en apenas cinco minutos con dos goles de Borja Pérez, antiguo canterano blanco. Pavón, que había entrado por Rubén en el 25’ (sus constantes problemas de hombro) se metió en propia el tanto que suponía el 3-2 en el marcador. Locura en Butarque ante 7000 espectadores.
Corría el 88’ y el Madrid necesitaba un gol para forzar la prórroga. Lo halló en las botas de Solari (técnico blanco hace nada) antes de que Raúl, de tacón, diera el pase a su equipo en el 109’, ya con el Leganés fundido. 15 años después, los pepineros se vengarían con su primera victoria en el Santiago Bernabéu para meterse en unas históricas semifinales. Fue a doble partido, tras caer en Butarque, pero poco importó. Zidane, que no jugó en diciembre de 2003 por descanso, se dio cuenta de que aquello era el principio del fin.
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